Maravillosa sobreactuación

Debe ser que Juancho Armas Marcelo se había tomado un par de Red Bulls, porque lo vi sobreactuado en su discurso del Día de Canarias. Mientras, el subalterno Rodríguez Placeres, con boina de mayoral de una goyesca de Ronda, se levantó dos o tres veces para achucharlo. Aquello fue una actuación de toreros, con Michelle Alonso de convidada de piedra, eso sí, bien agasajada. De las medallas no hablo, porque no conozco a nadie. Pero cualquiera puede ser distinguida con una de ellas. Sé de algunos casos que son para llorar. Juancho Armas Marcelo daba gritos y hablaba de trasatlánticos, no de atlánticos, en clara alusión de ganar al enemigo por exageración. González Placeres seguía con su baile del San Vito y lo remató Clavijo, que sube en las encuestas, con su tema favorito: los menas. Tú sacas a Clavijo de los menas y se queda en blanco, como un banco fregado con zotal. Lo del Auditorio Alfredo Kraus tuvo algo de ópera bufa, no me digan que no. Hasta Canarias puede presumir de tener el himno más lento y desabrido del mundo. Porque un himno es una marcha para vibrar y el nuestro es un arrorró para dormirse. No sé de quién fue la ocurrencia de transformar en himno “nacional” una canción de cuna. Yo estoy harto de estos actos, que no sirven para nada. Porque, además, celebran un Estatuto de Autonomía al que el Estado no deja sobrevivir, ni quiere que se cumpla, así que para qué esta celebración. Prefiero, como hice, quedarme en casa. En todo caso, ya no me invitan –antes sí— pero no asistí nunca. Yo no voy donde no haya tapiño, como aquel Marianito el Tortilla, que ejercía, en tiempos,  diversas corresponsalías en el Puerto de la Cruz. Juancho seguía sobreactuando, como López Vázquez en todas sus pelis, y tal cual el inolvidable Agustín González, cuando hacía de cura. Cuando se le bajó el efecto de los red Bulls se fue calmando pero el Día de Canarias pareció que era el Día de J.J. Ay.