Yo no empezaré a creer en la verdadera justicia hasta que no vea entrar en la sala de juicios a los fiscales por la misma puerta que los abogados de los acusados y como el propio acusado. Cuando los veo salir, junto al juez, por la puerta que está detrás del estrado me empieza a oler a que alguien puede estar contaminado. Y no me gusta, qué quieren que les diga. Tampoco me gusta que la sede de la Fiscalía esté, en el caso de Tenerife, por ejemplo, en el mismo edificio del palacio de justicia. Deberían trabajar en otras instalaciones. Esta es mi opinión, sobre todo tras escuchar aquellas palabras de Pedro Sánchez, a través de un micrófono inadvertidamente abierto: “¿Y de quién depende la Fiscalía…?”. ¿O es que ya no se acuerdan? Ahora se duda de que el instructor del Supremo pueda apartar al fiscal general del Estado de su cargo mientras se celebra la vista oral, prevista para dentro de unos meses. No parece de recibo que un fiscal general en activo sea el superior orgánico del fiscal que le acusa en el juicio, o que no le acusa, pero que defiende la legalidad. No parece oportuno exponer esta carencia ante una Europa que nos mira con lupa. No parece tampoco responder esta circunstancia al sentido de la justicia imparcial, ni siquiera a la separación de poderes, porque, según Sánchez, la Fiscalía ¿de quién depende? Si apartar al fiscal general de su cargo debe ser un acto administrativo de quien le nombró y no una decisión judicial, ¿quién prima en el proceso, la Administración del Estado o la Administración de Justicia? Yo creo que García Ortiz, a quien naturalmente no conozco, se equivoca. Primero, Sánchez, no es su amigo, es su aliado de conveniencia, quizá por lo que García Ortiz podría ayudarle en los casos que afectan a su familia y puedan afectarle a él. Tiene García Ortiz en la carrera un grupo de seguidores y un grupo de enemigos, yo diría que al 50% está la cosa. ¿No es mejor que dimita, que dé una lección de huevos y que se defienda desde fuera, como cualquier ciudadano? Pero que tenga en cuenta García Ortiz que Sánchez no lo mantiene en el cargo por afinidad ideológica, ni por amistad, sino porque le interesa. Sánchez no tiene ni amigos ni afectos, al menos conocidos. Ni tampoco factores inhibitorios del ridículo que está haciendo ante el mundo que se ocupa de España, que es más bien un mundo cortito. No pintamos nada en el concierto internacional, aunque hayamos sido los primeros o los segundos en reconocer a Palestina. Vaya hazaña. Tampoco los fiscales deberían disfrutar de tantos amarres en cuanto a la permanencia en sus cargos. No deberían ser casi imbatibles ante la propia Administración de Justicia a la que pertenecen. Estas son reformas que es preciso abordar, pero lo más importante de todo es que los defensores públicos sean independientes, que ejerzan con libertad y que mantengan su dignidad, incluso a la hora de sentarse en el banquillo, sin ataduras espurias al propio cargo. Y que entren por la otra puerta a la sala de juicios, como los abogados de la defensa y de la acusación y como el público. Es de justicia.
lunes, 1 diciembre,2025





