La justicia se carga el canal bici en una ciudad sin bicis

Yo no sé si el Ayuntamiento tenía muchas ganas de que el carril bici saliera adelante, pero, por lo que veo, su defensa del mismo ante los argumentos de la asociación de vecinos de la zona centro El Perenquén fue pobrecita. Así que la Sala de lo Contencioso del TSJC ordena que se suspendan las obras del carril bici, cuya absurda existencia habíamos denunciado nosotros y que ahora será desmantelado, gracias a la actuación citada, a nuestras súplicas, a la justicia y a la sabiduría de Felipe Campos, que me parece que fue el letrado que representaba a la citada asociación El Perenquén, que ha ganado una buena batalla en nombre de los ciudadanos. Les ahorraré los argumentos legales, engorrosos, que asume la Sala y les diré que, para alegría ciudadana, el carril bici dice adiós, en una ciudad en la que no hay bicicletas. Ahora a ver quién corre con los gastos de las absurdas obras ejecutadas. Yo lo digo: el ciudadano, por ejemplo, que es el que lo paga todo y supongo que los fondos europeos. Así que postes, barrotes, pivotes, etcétera, serán derribados y la calle del Pilar, un suponer, recobrará su esplendor, para contento de vecinos, comerciantes, bomberos y hoteleros, que se sentían ahogados e impedidos. Yo creo que el carril bici, repito en una ciudad donde no hay bicicletas, sólo le gustaba a Bermúdez, que pensaba comprarse una mountain bike para llegar, a pelo, desde los muelles a las ramblas, ganarle la carrera a su amigo Díaz-Estébanez, y ponerse los dos en forma, a la vejez. Los ha detenido –en su sentido figurado– El Perenquén y el abogado Felipe Campos, que es más listo que el hambre y que a mí me cae muy bien el tío porque se estudia las cosas y en su especialidad de  Derecho Administrativo es un crack. No se puede gastar una millonada en un carril bici en una ciudad en la que sólo hay bicicletas de tres ruedas para los niños; y los niños van al parque García Sanabria. Tremendo disparate y qué mal defendido, según el propio tribunal, por el Ayuntamiento de Santa Cruz, que estuvo fatal en el litigio, al margen del acierto de los denunciantes. Si se produjeran más movimientos ciudadanos de éstos, ni siquiera el Carnaval podría celebrarse en el centro de la ciudad y se ahorrarían muchos gastos en limpiar las meadas de los asistentes (comprensibles, porque tampoco hay donde echar un meo cuando uno se harta de cervezas). El carril bici hubiera sido, miren ustedes por dónde, una buena canalización de las meadas que bajan por el Pilar hasta el mismo océano, en época de Carnaval. Pero ya, ni eso.