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A estas alturas nadie se cree ya que Sánchez era ajeno a las andanzas de su banda criminal, que está siendo investigada por el Tribunal Supremo. La llamada urgente de Illa a Madrid es un aviso: Sánchez quiere que sea su sucesor y que le haga de cortafuegos ante una inminente dimisión hasta las elecciones. Pero si Sánchez dimite tengan ustedes la seguridad de que no volverá. Sánchez e Illa son íntimos. Illa tiene en la mochila el asunto de las mascarillas de cuando el covid. Los dos estuvieron de vacaciones, con sus mujeres, viviendo juntos en La Mareta durante el verano pasado. La banda criminal del Peugeot ha sido desenmascarada y el PSOE es una caricatura de partido, del que ni siquiera hablan mucho ya ni Felipe González ni Alfonso Guerra. La disciplina llega hasta ese punto. Han dicho algunas cosas, pero sin la contundencia de García-Page, por ejemplo. Hasta Eduardo Madina, que perdió –a trampas— contra Pedro Sánchez las primerias está calladito. Sólo Adriana Lastra ha puesto a caldo de pota a Santos Cerdán, el último jefe de la trama corrupta, hasta el momento. Sánchez está en La Moncloa rodeado de asesores. Lo último que le han aconsejado es que se enfrente a Trump –nada más y nada menos—por el porcentaje del gasto de Defensa exigido por la OTAN a los países miembros. Trump casi no conoce a Sánchez, pero tiene los informes sobre la mesa, con el hándicap de su defensa de Palestina y de su enfrentamiento con Israel, hasta el punto de intentar –no lo ha conseguido—anular la compra de armamento a este último país. Hasta el límite de estar dejando sin munición a la Guardia Civil. Uno se pregunta qué información le está pasando el CNI al Gobierno y al jefe del Estado. La directora del CNI está colocada ahí por Sánchez, pero me da que el espionaje español está en horas bajas, o quizá es que sabe demasiado y por eso calla. Pero está ahí para algo. El cuartelo del Peugeot está desmantelado, este fin de semana Sánchez habrá llamado a Ábalos y a Cerdán, y hasta a Koldo, para que moderen sus declaraciones, a partir del lunes o martes, ante el magistrado instructor del Supremo, denlo por hecho, pero las evidencias son tales que a Sánchez sólo le falta el empujoncito final para que caiga. Y a los investigados o les da por cantar o pueden ir directamente a la mazmorra. A Sánchez no le van a salvar esta vez ni sus escondidillas en La Moncloa, ni sus huidas a La Haya, para la cumbre de la OTAN, a Bruselas, para asistir al Consejo Europeo y a Sevilla, para no sé qué reunión de la ONU. Luego, al Congreso, lo cual será una tortura china, y después al comité federal del PSOE, que a la vista de los acontecimientos, si le aclaman los suyos es que se han vuelto todos locos. La trama criminal está ahí, es más que manifiesta, siguen cayendo cargos intermedios y hay ministros que tienen los huevecillos pegados al culo porque están cercados. Y presidentes y presidentas de autonomías, que van a caer, la primera Chivite. Y más gente. Y, si no, al tiempo. La visita de Illa es de lo más sospechosa. Ya no hablan ni por video conferencia, sino que despejan sus agendas y se reúnen en La Moncloa, libres de micros. Pobre Sánchez, tiene que estar aterrado. Porque ni siquiera Begoña le puede aconsejar, aunque no viajara en el Peugeot. ¿Sería robado el dichoso coche ese?