En los pasillos de muchos institutos y en los mensajes que circulan entre redes, persiste una idea muy extendida: “los jóvenes no leen”. Sin embargo, las últimas cifras desmontan ese mito. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros de España (2024), el 75,3 % de las personas entre 14 y 24 años lee en su tiempo libre. Aunque el dato sorprenda a algunos, no significa que todos esos jóvenes sean aficionados ávidos: una parte considerable declara que no les gusta leer y que lo hacen más por obligación que por placer.
¿Por qué, entonces, muchos adolescentes aún se sienten alejados de la lectura? Una de las grandes barreras es la sensación de que leer equivale a “algo académico”, una tarea impuesta por los estudios, más que a una experiencia personal. Además, los jóvenes suelen argumentar que no encuentran tiempo para leer, en parte porque otros formatos —series, videojuegos, redes sociales— dominan sus ratos de ocio. También influye un punto clave: muchos no han conectado con libros que realmente les hablen, que parezcan escritos para ellos, con historias frescas, personajes contemporáneos o temas que les importan.
Pero no todo es desinterés: el panorama lector juvenil está experimentando una transformación. Plataformas como BookTok en TikTok se han convertido en vitrinas potentes para que los jóvenes compartan libros, recomienden lecturas y rompan con esa idea de que la literatura es cosa de “los que tienen que leer en clase”. Estas comunidades han demostrado que la pasión lectora no ha muerto: solo necesita otro escape, otro formato y otra forma de entrada.
Entonces, ¿cómo lograr que quienes odian leer se adentren verdaderamente en ese mundo? Lo primero es cambiar la perspectiva: no imponer un libro, sino invitar a descubrir uno que les interese. Es útil empezar con historias cercanas, reales o fantásticas, pero que hablen su idioma, que tengan ritmo, tensión o humor. No es necesario abordar grandes clásicos de golpe: muchas veces basta con un texto que enganche en los primeros capítulos.
Es también fundamental ofrecerles libertad para elegir. Cuando los jóvenes pueden explorar en una biblioteca, en una estantería de librería o incluso en plataformas digitales sin sentirse juzgados, surge la curiosidad. Profesores y bibliotecarios coinciden: la autonomía lectora es uno de los motores más poderosos para encender el hábito.
Además, integrar el formato digital y el audiolibro puede facilitar ese primer paso. No todos los nuevos lectores están dispuestos a coger un libro en papel: algunos prefieren leer en el móvil, la tablet o escuchar una historia mientras hacen otras cosas. La clave no está solo en convencerlos para que lean, sino en adaptar la lectura a su forma de vivir.
Por último, es importante normalizar el hecho de que leer no es un deporte de élite intelectual, sino una forma más de ocio, una herramienta para conocer otras vidas, otras ideas y otras emociones. Cuando un adolescente descubre un libro que le atrapa, no solo se está divirtiendo: está entrando en un diálogo con el mundo, con los personajes, consigo mismo. Y a veces, ese diálogo es lo que más engancha.





