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martes, 23 diciembre,2025

Extremadura: cuando el sistema pierde y nadie quiere reconocerlo

Las elecciones en Extremadura dejan una de esas fotografías que al sistema no le gusta colgar en el salón. No porque esté borrosa, sino porque el reflejo es incómodo. Y cuando la política incomoda, suele decirse que “nadie ha ganado”. Falso. Aquí hay ganadores claros. Y también perdedores estrepitosos.

Los ganadores, aunque no gobiernen, han sido Vox y Podemos. Dos fuerzas que, desde extremos ideológicos opuestos, han logrado algo mucho más relevante que un número de escaños: romper el relato oficial.

Vox ha demostrado, una vez más, que no es el monstruo que durante años se ha dibujado desde tertulias, editoriales y despachos ministeriales. No han llegado los tanques, no se ha cerrado el Parlamento, no se han derogado derechos fundamentales en bloque. Lo que ha llegado es una parte del electorado que ya no se traga el miedo prefabricado. El voto a Vox en Extremadura no es un voto de exaltación, es un voto de hartazgo. Y eso, para quien vive del relato, es letal.

Mientras tanto, Podemos ha hecho algo que parecía imposible: desvincularse del Gobierno sin desaparecer. Al separarse del proyecto personalista de Yolanda Díaz, Podemos regresa a su hábitat natural: la izquierda radical sin complejos, la de trinchera, la que no pide permiso ni traduce sus postulados para gustar al IBEX o a Bruselas. Y ese regreso refuerza a figuras como Ione Belarra e Irene Montero, que representan una izquierda ideológica, dura, reconocible… y votable para quien no quiere socialdemocracia maquillada.

Y ahora, los derrotados.

El gran perdedor es el Partido Socialista. No solo por los números, sino por algo peor: la desconexión emocional con su electorado histórico. El PSOE ya no es refugio de nadie. No ilusiona a la izquierda, no tranquiliza al centro y no asusta a la derecha. Se ha quedado en tierra de nadie, gestionando poder sin proyecto y sobreviviendo a base de resistencia institucional.

Pero si el PSOE pierde, lo del Partido Popular roza lo patológico. Sacar un solo escaño en Extremadura no es un tropiezo: es una enmienda a la totalidad. El PP sigue atrapado en la idea de que basta con no ser el PSOE para heredar el voto. Y no. El electorado ya no funciona por descarte. Funciona por identidad, convicción o cabreo. Y el PP no ofrece ninguna de las tres.

El mensaje que sale de Extremadura es más profundo de lo que algunos quieren admitir: una parte creciente de la población española empieza a asumir que PP y PSOE son, en esencia, lo mismo. Dos gestores del mismo sistema, con distinto color corporativo, pero idéntica aversión al riesgo, a la reforma real y al conflicto ideológico.

Cuando los extremos crecen y el centro se vacía, no es radicalización: es fracaso del consenso artificial. Extremadura no ha votado locura. Ha votado claridad. Y eso, en la España actual, es lo verdaderamente revolucionario.

El sistema ha perdido.
Pero aún no quiere reconocerlo.

Redacción
Redacción
Equipo de Redacción de elburgado.com

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