Españoles contra su propia historia

El Instituto Cervantes, concebido para propagar por el mundo los valores del español y para promocionar la marca España, ha sido colonizado por Sánchez, desde que colocó en su presidencia al mediocre Luis García Montero, otro de los entusiastas seguidores del yerno de don Sabiniano, el de las saunas gays, paz descanse. Y se ha apuntado a unas jornadas organizadas por la Casa de México en España, que buscan el abono de las teorías de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum y de su jefe, Luis Manuel L.O., la analfabeta funcional presidenta de México y su mentor, el ex presidente. Desde nuestro mismo país, pues, se está intentando estigmatizar las conquistas de España en América y abonar la idea de la leyenda negra, creada contra España fundamentalmente por los británicos que históricamente no nos han guardado demasiada simpatía. Es decir, españoles contra españoles, alterando la historia con dinero público, lo cual parece también sorprendente. El Instituto Cervantes hace tiempo que está colonizado por Sánchez, otro organismo más sometido, ya habla de “desconquista” y asume los ataques a España de la izquierda latinoamericana amiga de las dictaduras comunistas y de la mamandurria, en vez de ser fiel a la historia y no convertirla en un relato woke. A Sánchez le da igual todo, con tal de seguir en La Moncloa, incluso tener al frente del Cervantes a un sectario como García Montero y en su Gobierno a un ministro de Cultura como Urtasun, de ideología más que sospechosa, que no debería estar presente en ningún Ejecutivo imparcial que se precie. Forzando la historia propia no se va a ninguna parte, mientras otros países se enorgullecen de las gestas que contienen los libros escritos por los historiadores más imparciales. Portugal es un ejemplo en esto. Está claro que con los compinches de Sánchez España no va a ninguna parte, porque a este personaje, que es verdad que no va a pasar a la historia, se le va la mano en cualquier cosa, con tal de seguir en el poder. Hoy, Sánchez es un peligro para España y no lo es para Europa porque, a pesar de su platónica enamorada, Von der Leyen, Europa no es tonta del todo.