Uses and customs

Momento de caos y zozobra los que vivimos en estos tiempos.

Tiempos que pensamos que iban a estar llenos de prosperidad, de armonía, educación, de esfuerzos recompensados, capacidad de juzgar tu corazón por el ajeno, responsabilidad, valores, libertad, amor respetuoso y digno, de coches voladores y de vivienda dignas y asequibles para todos.

No obstante, lejos de este sueño, somos incapaces de mantener nuestros valores y dignidad, miramos ajenos lo que ocurre a nuestro alrededor e intentamos no discrepar, porque la capacidad crítica está mal valorada y hablar en alto no está permitido.

Ya no nos inquieta cuánto “nos han robado”, que ahora se llama corrupción; tampoco nos inquieta cuántos pobres vemos por la calle, que ahora se llama personas sin recursos, o cuánta gente haciendo cola en los distintos comedores sociales o bancos de alimentos, llamadas personas vulnerables; no nos sorprende que se insulten en el Congreso, que ahora se llama hacer política real, o, simplemente, no reaccionamos cuando vemos y escuchamos cómo nos mienten una y otra vez sin que se les mueva ni una ceja, que ahora se le llama, sinceridad democrática. Nos parece de lo más normal del “mundo” que puedas ocupar y considerarte dueño del esfuerzo de otros, y que las leyes te permitan alardear de ello públicamente, llamándote a ti mismo digno de derechos que no respetas desde el mismo momento en que te haces con algo ajeno. Hemos normalizado que no puedas hablar públicamente porque te limiten tu derecho de expresión por discrepar de una minoría que ha hecho suyos los medios que manipulan y guían en tu vida diaria, mostrándote el camino a lo que está bien o mal, sin que puedas salirte del redil. Es absolutamente normal que nos digan cómo debemos de pensar, actuar, sentir y hasta ir al baño para ser y estar dentro de la población llamada “actual”.

Nada de esto nos preocupa ni nos inquieta, porque nos es más fácil intentar vivir con una especie de venda fina en los ojos, pensar en qué operación estética es la siguiente, o el siguiente tatuaje que va a describir cuánto de moderno soy; o presumir, qué vestido y zapatos de marca puedo alardear de haber adquirido como el más barato del mercado; lo importante es todo aquello que no alimenta el alma, sino lo físico, lo que no me hace ni me define como persona, lo que solo es la apariencia del ser, mientras el intelecto está vacío, o lleno de fármacos que me recetan porque sufro de desencuentros personales que no sé cómo gestionar, ni cómo afrontarlos. Porque vivir como el pavo real es más sencillo, que tener que definir quién soy.

Mientras, la realidad social es más acuciante, la ignorancia al alcance de todos, la honestidad y la lealtad personal es inexistente, y sobrevivir es lo único que parece quedar.

Usos y costumbres imperantes que algunos (no tan pocos como creen) no estamos dispuestos a normalizar y, mucho menos, a participar de este juego lleno de putrefactos intereses y de avaricia desmedida.