La mujer del presidente del Gobierno, Begoña Gómez, declarará el próximo día 5 de julio ante el juez titular del Juzgado de Instrucción 41 de Madrid, Juan Carlos Peinado. Se le imputan presuntos delitos de corrupción en el sector privado y de tráfico de influencias.
Sánchez, en el momento de su extraña reflexión de cinco días, ya conocía que su mujer estaba siendo investigada por esos delitos. La mascarada que montó después, incluso con una visita al rey como si regresara oficialmente a la Presidencia del Gobierno, entra dentro del esperpento político español. Este hombre es capaz de cualquier cosa por seguir en La Moncloa.
La Audiencia de Madrid ha avalado la decisión del juez Peinado y la Fiscalía se lleva un rapapolvo de los jueces por sus prisas para que el caso de Begoña Gómez quedara en nada. No lo ha conseguido.
La querella que origina la investigación a la esposa del presidente del Gobierno parte del sindicato Manos Limpias, que sin embargo vio desestimadas otras demandas de investigación, entre ellas la de una presunta intervención de la señora de Sánchez en el rescate de Air Europa. La cosa se queda solo en el caso de una UTE vinculada al empresario Barrabés, amigo de la citada y profesor de su master chimbo, ya conocido. Unos 10 millones de euros en ayudas públicas, gracias a Begoña Gómez, según la denuncia y el auto judicial.
La Fiscalía Europea también ha iniciado una investigación por si fondos públicos europeos hubieran sido concedidos de manera irregular, con la intervención de la investigada. De momento, sólo pide datos, no ha tomado decisión alguna.
Esta familia Sánchez es ejemplar. Al marido no le afecta para nada copiar su tesis doctoral de una manera alevosa. Y a ella, a la mujer, tampoco le pone colorada impartir un master sin titulación alguna, ni mediar para la concesión de subvenciones públicas a amiguetes. Parece que la han trincado en este último caso. El juez tendrá que valorar los hechos, instruir un sumario y, en su caso, elevarlo a juicio oral.
Y, mientras tanto, Sánchez, tan campante, dando lecciones de moralidad en el Congreso, amnistiando a delincuentes catalanes y pegado con poxipol al sillón de La Moncloa. Maravilloso país.
