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Saturday, July 6, 2024

Mykonos and Santorini, two paradises found in the Aegean Sea

Las dos islas de las Cícladas griegas viven por y para el turismo de lujo

Joseph Rodríguez trabajó en California y ganaba 80.000 euros al año. Se casó en Miconos con una griega de la isla, que también trabaja en la hostelería. Ganan 1.000 euros cada uno, pero disponen de sueldo, casa y manutención pagados por su empresa durante todo el año. Trabajan siete meses y descansan cinco (uno lo emplean en tareas de mantenimiento). La temporada en estas islas va de abril a octubre. En octubre no hay hoteles, al menos los de lujo, abiertos. Se cierran y se realizan esas tareas de mantenimiento y así hasta la próxima campaña turística.

Cuando reviso nuestra factura me doy cuenta de que probablemente Joseph, que tiene el cargo de resort ambassador en el Myconian Imperial Resort, a media hora de Miconos capital, ha ordenado que se nos descuente el 25% en las bebidas, en el room service y en el restaurante. Qué bien.

Miconos es una isla fea en sus medianías y extremadamente hermosa en su costa, con una extensión territorial de 85,5 kilómetros cuadrados, con 10.000 habitantes de derecho (119 habitantes por kilómetro cuadrado), con unas playas espléndidas y un mar cristalino que deja ver sus fondos, seguramente llenos de restos arqueológicos y con mucha mitología sobre su árida estructura. La gasolina vale alrededor de 1,90 euros, ochenta céntimos más cara que en Canarias.

Los molinos más famosos de las islas griegas están en Miconos.
Los molinos más famosos de las islas griegas están en Miconos.

Una isla concebida en estos tiempos para un turismo de lujo, aunque el aeropuerto sea un galpón sin alma y el puerto un dique en el que no pueden atracar los grandes cruceros, pero sí fondear a pocos metros. Los pasajeros son trasladados en cómodos botes y tratados como se trata al turista de masas: a fuerza de carteles con números y paseos más o menos rápidos por una ciudad, también llamada Miconos, concebida para el turismo de lujo. Una parte de ella es denominada “la pequeña Venecia”, un poco exageradamente, sólo porque sus casas lindan todas con el mar. Interesante, pero no demasiado.

Hemos llegado a Miconos en barco desde Santorini, un moderno ferry con sillones de cuero, que sortea las Cícladas mejor que Ulises. En un momento dado, el barco pasa entre dos islotes, casi rozándolos, sin reducir un solo nudo. En Santorini otro galpón, eso sí con aire acondicionado, resguarda a los turistas del sol implacable. Llega el barco, carga el pasaje y parte rápido hacia su próximo destino insular. La verdad, no sé cuándo repostan combustible, será de noche.

Confieso mi preferencia por Miconos. Joseph Rodríguez me dice: “Yo soy el único que habla español en esta isla”. Y tiene razón. Pero en las Cícladas hasta los taxistas hablan inglés. Y en Miconos no se come bien por menos de 60 euros por persona. Y nuestro hotel tiene una cocina excelente. Reconozco el mérito de quien cocinó para mí unas porciones de cochino negro que quitaban el hipo.

Santorini tiene 73 kilómetros cuadrados y una estructura escarpada que han propiciado sus erupciones volcánicas. Me parece que la última seria fue en los años cincuenta del siglo pasado. En realidad, la isla es una gran caldera inundada que ha permitido la construcción de dos ciudades, con parte vieja y parte nueva. Las partes nuevas, en los bordes más altos, derraman sobre el acantilado hoteles de lujo y allá abajo, el mar, con puestas de sol extraordinarias, sobre todo en Oia, donde unas gafas de sol cuestan tres o cuatro veces lo que valen en Santa Cruz, en la tienda de mi amigo el hindú.

No tienen agua, pero sí un mar cristalino y hoteles y playas de ensueño

Pero en Tenerife no tenemos yates de lujo, ni un turismo gay perfectamente estructurado –el más poderoso económicamente en Miconos–, ni un café vale cuatro euros, ni una botella de agua pequeña otros cuatro. Parecen abonados al cuatro. Ni la amabilidad del griego dedicado al turismo, porque sabe perfectamente que solamente puede vivir de eso. Ya me lo advirtió el taxista cuando nos llevó del puerto de Miconos a nuestro hotel: “Están ustedes en el territorio más caro del Mediterráneo”, porque el Egeo es una sucursal del Mare Nostrum. No me olvido de Ibiza: Miconos y Santorini son destinos más gravosos.

Me da sed y saco un billete de cinco euros para pagar la botellita de agua al griego del kiosco en Miconos. Y me cobra 0,50 céntimos. Dios, casi me llevo el kiosco entero, porque al principio creí que me pedía 12 euros por tres botellas. Y no, este no estaba abonado al cuatro, como el local situado a cinco metros de distancia.

Miconos, una isla extremadamente hermosa en su costa.
Miconos, una isla extremadamente hermosa en su costa.

Todas las ciudades que he citado, sea en Santorini, sea en Miconos, tienen una vida nocturna apasionante. Las tiendas abren a las diez de la mañana y cierran a las doce de la noche, algunas más tarde, si hay clientes. Aquí no hay inspectores de trabajo que valgan, la gente trabaja –y a gusto— 16 horas porque sabe que va a descansar seis meses, los motoristas circulan con el culo y los conductores de guaguas son unos artistas. No vi ningún accidente de tráfico, bien es  verdad que las carreteras en ambas islas parecen los caminos que aquí tenemos entre plataneras. Las dos islas poseen aeropuertos, el de Santorini, que tiene a Creta a 110 kilómetros al sur, con mejor aspecto. Santorini alberga 13.500 habitantes fijos, con una densidad de 184 por kilómetro cuadrado. Pero esta cifra se dispara con el turismo. Fira es la capital de esta isla y de aquí salió la piedra pómez que conformó el hormigón del Canal de Suez. En Oia creí ver un largo paseo construido enteramente de mármol, pero a lo mejor era granito. Tiene las mejores puestas de sol del Egeo.

Y en Fira fondean los cruceros, controlados por satélite para que no se muevan ni un milímetro. Y a la ciudad se sube en burro o en funicular. Y nuestro hotel nos ha dado una habitación de ensueño, con piscina privada, a cinco minutos en coche del centro, el hotel De Sol. El agua, como siempre de desaladora.

Pero Joseph Rodríguez bebe la del chorro de Miconos. Cuando te afeitas se nota, cuando te duchas ni te enteras de que el agua que sale de la alcachofa fue antes de mar. Me dice: “¿Has visto la película “La gran boda griega”? Es todo verdad. Cuando me casé nos regalaron una casa al borde del mar, donde viven los corintios, cerca de Atenas. Allí vamos cuando podemos. A nuestra hija la adoran y la cuidan sus abuelos”. Cuando le pregunto por la delincuencia, me responde: “No existe, si alguien roba o se le ocurre llevar un cuchillo en el bolsillo, los mismos isleños lo detienen. Hay cuatro patrullas de policía en toda la isla. Una navaja te cuesta dos años de cárcel, aunque no la uses”.

Santorini y Miconos tienen una vida nocturna apasionante.
Santorini y Miconos tienen una vida nocturna apasionante.

En Santorini la agricultura casi se reduce a las viñas, creo que de procedencia californiana, pero no me hagan caso. Se hace una buena cerveza en Santorini y también en Miconos. Aquí la gente consume mucho; es el calor. Y en una tienda en el centro de Miconos te tientan: “Le hacemos unas lonas con la marca que usted quiera; sólo espere media hora”. Yo elegí unas cholas de esparto de Gucci. Muy aparentes, la verdad. Mis dos hijas, que son las que han pagado todo, hacen miles de fotos con sus móviles. No exagero. Las que se incluyen en esta crónica son suyas. Cristina se revela como una gran reportera y María Eugenia se compra un palo para auto fotografiarse, que no deja atrás ni cuando duerme.

Yo desisto del paseo en barca por las playas de Miconos porque en el jacuzzi de mi habitación (el Imperial pertenece a la marca The Leading Hotels of de World, la misma que nuestro Botánico) tomo el sol y disfruto de las vistas. Ha sido una semana relajante. Me puse negro en unos pocos días y exploté al máximo las facilidades de los hoteles, ya digo que con un personal extraordinario. No se olviden de las propinas: dan a elegir; si está satisfecho, un 10% de lo consumido; si está más que satisfecho, un 15%; y si la satisfacción llega a ser la leche, un 25%.

El Imperial es uno de los nueve hoteles de lujo que posee la familia Dakylides, cuyos patriarcas, George y Elephteria, ella de Delos, fundaron su imperio hotelero y de negocios. Hoy son sus cuatro hijos quienes lo llevan: Pasnos, Markos, Vangelis y Marios Daktylides. Una gran familia, propietaria del conglomerado Mykonian Collection. Los pioneros.

Ciudades y caminos están firmemente bendecidos por iglesias y ermitas de la Iglesia Ortodoxa Griega, algunas de valor notorio, como la parroquia de Fira, Santorini, en pleno paseo turístico. Muchas parejas griegas vienen a casarse aquí. No he dicho que Santorini no tiene playas de mención, se encuentran todas en Miconos. Me compro un imán con un burro para la nevera pero llega destrozado. Pobre burro. Si fuera por mí, volvería. Son unas islas ya he dicho que feas en sus medianías y bellísimas al mismo tiempo, con unos paisajes de dentro a fuera espectaculares, hermosas puestas de sol y un mar en calma sólo alterado por el viento del Egeo, que tanta mitología destila. Me he sentido bien aquí, a pesar de que mis hijas se negaban a dormir con el aire acondicionado puesto.

Andrés Chaves
Andrés Chaves
Journalist from the EOP of the University of La Laguna, graduate and doctorate in Information Sciences from the Complutense University, former president of the Press Association of Santa Cruz de Tenerife, former vice-president of the FAPE, founder of the Faculty of Information Sciences of the University of La Laguna and its first professor and honorary professor at the Complutense University. He is a member of the Instituto de Estudios Canarios and the National Geographic Society.

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