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Saturday, July 6, 2024

Guajarbar

¡Hala Madrid! ¿Qué tendrá que ver el Real Madrid con Guajarbar? No será más bien que Guajarbar se referirá a una fusión entre un conocido campus universitario canario y una universidad norteamericana. Y es que el mundo universitario nada tiene que ver con el fútbol. De todas maneras, alguna cancha de fútbol podrás encontrar en una instalación deportiva universitaria ya sea aquí o en Norteamérica.

Sin embargo, el mundo universitario no tiene una estrategia como el Real Madrid y sus aficionados. En el madridismo nadie quiere ser suplente ya que cada persona juega su papel. En el banquillo, esto es, en el lugar que ocupan los suplentes realmente no pasa absolutamente nada. El banquillo madridista es como un espejismo. Los que están en el banquillo sólo tienen una vocación de permanecer en él de forma muy limitada en el tiempo y con un objetivo próximo, nunca lejano: jugar el partido como futbolista. Debajo del banquillo nunca crece el césped. Aunque parezca obvio decirlo el entrenador nunca está sentado en el banquillo, salvo un mínimo instante. El entrenador siempre tiene activada la marcha atrás automática con dirección de nuevo hacia el césped. Por su parte, el aficionado madridista cuando acude al partido de fútbol en el Bernabéu nunca mira al banquillo. El conjunto de aficionados forma parte también de la estrategia. Sólo los futbolistas que juegan sobre el césped son capaces de arrancar el aplauso o el abucheo de los aficionados. El abucheo en su justo momento es como una arenga que retroalimenta la estrategia vencedora. El presidente lo tiene también muy claro.

En cambio, en nuestro sistema educativo, el estudiante por lo general juega en el banquillo. El estudiante acude de forma estoica de lunes a viernes a clase durante muchos años. E incluso si no puede ir presencialmente, siempre tendrá un móvil u ordenador para conectarse con el banquillo de nuevo. Todavía no está desarrollada la tecnología que permita saber qué está pensando una persona, pero imagínate lo que tendrá que estar pasando por la cabeza de un alumno en un pupitre durante varias horas al día, a lo largo de una semana. Ciertamente, en ocasiones un profesor permite a sus alumnos saltar al césped. Pero los profesores con una estrategia no abundan. Tal vez la solución sea que los profesores pasen a los pupitres y los alumnos intenten explicar la lección del día. En cualquier caso, el intento desde hace años de que cualquier persona desde temprana edad tuviera el derecho a una educación es realmente loable. Y lo debe seguir siendo. Tal vez tengamos un sistema educativo en el que la transmisión de conocimientos se haya reconducido simplemente a un lugar rectangular o cuadrangular con luces y ventanas. Sin embargo, la vida fluye realmente fuera de esos espacios y es necesario tener una perspectiva más amplia de la educación en la que el alumno sea el verdadero protagonista. Un alumno que sepa capaz de meter goles y defender su portería a cero. Un alumno que sea capaz de saber que el dinero no sale de los árboles y cómo pagar las nóminas a final de mes, a pesar de la meteorología y la economía.

Hace años tuve un profesor excepcional. Lo primero que me llamaba la atención es que nunca se sentaba. Nada que ver con Toro Sentado. Y así lo reconocía el propio profesor. Iba de un lado a otro. Siempre nos decía que lo importante era aprender y no aprobar. Que la teoría y la práctica formaban un tándem, afirmaba con insistencia. Amenizaba las clases con un sentido agudo del humor. Realmente cuando te contaba una anécdota sabías que nunca era la última sino la penúltima anécdota. Cada anécdota era como un conector oracional que unía una clase tras otra.

Repite conmigo a ver si eres capaz de decir esto sin trabarte: la teoría es teoría de la práctica y la práctica es práctica de la teoría. Es muy fácil: la teoría es teoría de la práctica y la práctica es práctica de la teoría. Con el paso del tiempo me di cuenta de que cualquier sitio es bueno para aprender, aunque durante años el sistema educativo intente meter tus conocimientos en una caja de fósforos o en un SEAT 600. Curiosamente, los seguidores de Aristóteles eran conocidos como los peripatéticos, nada que ver con los patéticos. Al parecer Aristóteles tenía la sana costumbre de caminar mientras hablaba. Está claro que mejor estar caminando para aprender y enseñar, que estar sentado en un banquillo. Caminante no hay camino, se hace camino al andar decía Antonio Machado, el poeta de Castilla.

Jaime Díaz Fraga
Jaime Díaz Fraga
Abogado. Colaborador en distintos medios de comunicación.

3 COMENTARIOS

  1. Cada vez,me impresionan más.Muchas felicidades por ese artículo tan interesante,mi querido Jaime,siempre brillante en todo lo que hace.Un abrazo grande

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