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El PSOE propondrá a sus afiliados, bueno a los representantes que acudan a como se llame lo del fin de semana, que no contraten putas, que eso está muy mal. Ni putos. Que va contra la política del partido para con la mujer. Y para con el hombre. Es decir, que para Sánchez, a los socialistas puteros que acudían a las saunas de su suegro, que en paz descanse, que se abstengan de contratar a putos. Y a los heteros, a putas. Ya don Sabiniano pasó a mejor vida, no sé qué habrá sido de las saunas, de las que la Bego era la encargada de la contabilidad, según dicen las crónicas, un oficio que no está castigado por la ley: ser tesorera de una casa de putos.
Es un noble oficio, o por lo menos tan digno como otro cualquiera, así que nada que objetar. También es un noble oficio aquel del maricón palanganero, el sarasa que iba con una palangana, una pastilla de jabón Lagarto y una toalla lavando pichas en las casas de lenocinio. Pero esta última sí que es una profesión a extinguir y no dejaba de tener su gracia y su puntito de higiene, no vayan ustedes a creer. Con las leyes de igualdad y todas esas zarandajas, estas profesiones van cayendo, como la fruta madura que decía Franco cuando se refería a Gibraltar. A mí la figura del palanganero, qué quieren que les diga, me enternece, y no porque la haya conocido de cerca, sino por referencias, ojo. No sé si habrá consenso en el comité ejecutivo socialista a la hora de suprimir las putas, porque arraigadas sí que están en el partido y no me digan que no. Que le pregunten a la panda. Y cambio de asunto.
Aunque Marisú ha dicho que Santos Cerdán ya no es miembro del partido, le han enviado a los abogados del PSOE a Soto del Real, no sé si para animarlo, para asesorarlo o para decirle que se calle y que no suelte lo que sabe. ¿En qué quedamos? ¿Santos Cerdán sigue siendo miembro del Partido Socialista o no? Mientras, las chicas de Ábalos, que son como los innumerables mártires de Zaragoza, se despachan a gusto en los periódicos. Pero, en honor a la verdad, no hablan mal de él. Yo de Ábalos sacaría todo lo que sé, porque el PSOE no se ha portado bien con él. Ni siquiera le ha regalado el Peugeot de la vuelta a España. Sánchez y la Bego están en Sevilla, más solos que la una. No le ha aparecido nadie relevante a la conferencia de la ONU. Sólo Macrón y Von der Leyen, que son como dos bultos sospechosos. A uno no lo quiere casi nadie en Francia y a la otra se le ha ido la ensoñación por Sánchez. Vaya inútil. Y vuelvo a cambiar de asunto. Los magistrados del Tribunal Supremo, al menos algunos de ellos, han devuelto –o se disponen a hacerlo– las cruces de San Raimundo de Peñafort porque el Gobierno se la ha concedido a Zapatero. ¿Ustedes quieren decirme qué ha hecho Zapatero para merecerla? ¿Ayudar a la dictadura venezolana? ¿Guardar posibles en la República Dominicana? ¿Vivir por encima de sus posibilidades con sus compras inmobiliarias? ¿O es que las posibilidades son otras y desconocidas y sí existen guardadas en una mina en el Amazonas? Además, con esa cara de bobo no se puede tener una gran cruz, ni siquiera una pequeña. Cambio de asunto, otra vez.
Ayer, en Los Limoneros, había concentración de Porsches, Masseratis, Mercedes y otros coches de alta gama. No cabía ni un bicho, ni un coche en el aparcamiento. Yo tuve que almorzar bajo un toldo y con una temperatura lluviosa y fría impropia de julio, pero como siempre muy bien atendido. Se ve que a algunos empresarios les va muy bien o que el renting de los automóviles está muy barato. Tuve la satisfacción de saludar allí a la cúpula de Cajasiete, que ha cerrado el año con muy buenos resultados. Estaban Fernando Berge, Manolo del Castillo y el nuevo director general, al que yo no conocía, Luis Alberto Díaz Dorta. Yo siento debilidad por Cajasiete, aunque no me inviten a la comida de ex directores de medios, aunque, la verdad, tampoco hubiera asistido, porque no me gustan algunos de los ex colegas que allí estaban. Y lo siento, pero digo lo que pienso y tampoco voy a ingresar a estas alturas en la Escuela Diplomática. Pues me alegré mucho de saludar a este trío que regenta de manera muy eficaz a la única caja canaria que existe en las islas, porque las otras no lo son. Y enhorabuena por los resultados obtenidos.
Cambio de asunto. Hoy se presenta, por fuera de la Casa de la Aduana portuense, a las 11 de la mañana, las fiestas de Julio 2025, que no son las patronales, porque la patrona del Puerto de la Cruz es eso, la cruz. El alcalde, Leopoldo Afonso, dará a conocer el programa, cuyo ejemplar sale siempre después de las fiestas. Si me levanto a tiempo, iré.
Y, finalmente, porque ya está bien por hoy, la conferencia de Pepe Segura en el Club Náutico. Tenía que durar media hora y duró hora y media. Yo he contado cien veces que una vez, en el Castillo Negro de Santa Cruz, dio Pepe Segura un banquete y una charla improvisada. Yo estaba sin posibilidad de huir, en el extremo de un banco lleno de señoras y señores de smoking ellos y de traje largo ellas. Y había bebido mucha agua y mucho vino y tenía las ganas de mear justitas y el tiempo controlado para la evacuación. Hasta que Pepe Segura se levantó y dijo que quería hablar brevemente sobre aquel acto, no me acuerdo a cuento de qué. Me entró un sudor frío, cuando escuché lo de la brevedad, pensando que no podía salir huyendo, y ya empezaba a estar meándome vivo. Aguanté y aguanté hasta que Pepe Segura se animó y la breve intervención se convirtió en discurso de una hora. Atrapado, coloqué el caño del orín hacia una de las perneras del pantalón del smoking y dispuse la pierna afectada cerca de un canalillo que existe en el inicio de la pared del Castillo Negro. Y desagüé, sintiéndome tan aliviado, pero tan aliviado, que hasta se me puso cara de felicidad, como si estuviera en pleno ascenso a los cielos. Pepe Segura seguía hablando sin parar, pero ya no había problema. Nadie notó la inmensa meada, por una parte gracias al canalillo y por otra porque el smoking, negro como su propia suerte, disimulaba el empape. Chapoteando, porque la riada afectó a un zapato y a un calcetín, salí de allí como pude, al final del discurso, encharcado, y sin poder coger un taxi hasta mi casa porque no iba a exponer al pobre taxista a una inundación. Zarzaleando, como pude, llegué a mi casa y me pegué una ducha, como homenaje al bueno de Pepe Segura, que ayer habló extensamente –como no podía ser menos— en el Real Club Náutico. Ignoro si alguno de los asistentes se vio en mi tesitura y se meó. La foto me la envió Antonio Alarcó, buen amigo de Segura. Alarcó, excepto con Lola Padrón y Pedro Suárez, se lleva bien con todo el mundo.
