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lunes, 1 diciembre,2025

El pequeño cementerio santacrucero que se negó a desaparecer

El próximo 9 de diciembre se inaugurará la primera fase de la rehabilitación del cementerio de Traslarena

El pueblo de San Andrés, a la entrada de la playa de Las Teresitas, se prepara para una cita que muchos vecinos llevan décadas esperando.

El próximo 9 de diciembre, a las 12.30 horas, se inaugurará la primera fase de la rehabilitación del cementerio de Traslarena, el pequeño camposanto que mira al mar desde hace 132 años y que, durante mucho tiempo, pareció condenado a la ruina o al olvido.

La historia de Traslarena no empieza con una foto de postal, sino con una enfermedad. A finales de 1893, una epidemia de cólera morbo se extendió por Santa Cruz y golpeó con fuerza a San Andrés: unas cuarenta personas murieron en pocas semanas.

En aquel momento existía un cementerio en la trasera de la iglesia, el llamado cementerio viejo, pero el miedo al contagio llevó a los vecinos a tomar una decisión drástica: enterrar a los fallecidos fuera del núcleo de población, en un terreno junto al mar. Así nació el cementerio de Traslarena.

Con el tiempo, aquel terreno abrió hueco a una necrópolis humilde pero reconocible. En 1911 se levantaron los muros perimetrales y en 1930 se construyó la pequeña capilla racionalista que todavía se conserva.

El último enterramiento se realizó en 1964. Desde entonces, el cementerio dejó de utilizarse, pero nunca dejó de ser un lugar de referencia emocional para el pueblo: allí reposan marineros, familias enteras, niños y niñas cuyos nombres aún se leen en las lápidas más antiguas.

La lucha contra las palas

La historia de Traslarena también es la historia de una resistencia. En la década de 1970, con el gran proyecto de transformación de Las Teresitas y el relleno de la playa con arena sahariana, el cementerio fue visto por algunos como un obstáculo.

En enero de 1976 comenzaron a llegar las máquinas con la intención de demolerlo y trasladar los restos al cementerio de Santa Lastenia. La reacción vecinal fue inmediata: un centenar de vecinos se plantó delante de las palas y logró detener la demolición, en una jornada tensa que aún se recuerda en el pueblo.

Después vendría otra propuesta: derribar el camposanto y sustituirlo por una plaza pública, con un monumento donde figurarían los nombres de las personas allí enterradas. Tampoco prosperó. Los vecinos insistieron en que Traslarena no era un simple solar, sino parte de la identidad de San Andrés. Años más tarde, el Plan Especial de Las Teresitas acabó recogiendo su permanencia como elemento protegido, pero el lugar siguió acumulando grietas, abandono y pintadas.

Mientras la playa se convertía en la postal más conocida de Santa Cruz, con su arena clara y su dique rompeolas, el cementerio quedaba cada vez más desdibujado en ese paisaje turístico.

De lejos, Traslarena parecía un recinto pequeño y descuidado, coronado durante años por una gigantesca valla publicitaria apoyada en uno de sus muros, que muchos vecinos consideraban casi una ofensa a la memoria de sus muertos.

Sin embargo, a poco que se mirase mejor, el cementerio contaba otra cosa: hileras de tumbas pequeñas y casi iguales, cruces de hierro oxidado y mármol blanco, cipreses que se resistían al salitre, un camino de piedra que conducía hasta la capilla, y la sensación de estar en un lugar sencillo, levantado por una comunidad humilde a las afueras del pueblo.

De la presión vecinal al proyecto de rehabilitación

A partir de los años 2000, y con más intensidad en la última década, la Asociación de Vecinos El Pescador y otras personas del pueblo empezaron a organizarse para reclamar la recuperación de Traslarena. Primero fue el mantenimiento básico: pintar muros, reponer cruces, limpiar la maleza. Después vino la exigencia de un proyecto serio que garantizara la conservación del lugar y lo protegiera de vandalismo y usos inadecuados.

En 2023 se selló un acuerdo entre el Gobierno de Canarias y el Ayuntamiento de Santa Cruz para impulsar la rehabilitación, canalizado a través de la Consejería de Cultura y Patrimonio. El objetivo era claro: devolver al cementerio su dignidad, conservarlo como espacio de memoria y, al mismo tiempo, hacerlo comprensible para quienes se acercan a él sin conocer su historia.

Las obras comenzaron en junio de 2025 y se han centrado, en esta primera fase, en la restauración de la capilla, la creación de un pequeño centro de interpretación, la recuperación del antiguo camino de piedra y sus cipreses, y la retirada definitiva de la valla publicitaria trasera. Son actuaciones visibles, que han cambiado por completo la primera impresión al pasar por delante del recinto.

Lo que queda por hacer

La inauguración del 9 de diciembre no significa que el proyecto esté cerrado. La propia Asociación de Vecinos El Pescador recuerda que falta una segunda etapa, comprometida para 2026, que incluirá la restauración y reposición de cruces, cunas y lápidas deterioradas, la mejora de la puerta de entrada y la instalación de un alumbrado adecuado que ayude a proteger el lugar durante la noche. Pero, como señalan desde la asociación, “lo más importante ya está”: el cementerio ha dejado de ser un espacio a medio derruir para convertirse de nuevo en un pequeño camposanto cuidado, reconocible y respetado.

Con motivo de la inauguración, está previsto que se reparta un libro conmemorativo entre los asistentes, en el que se recogerán episodios clave de la historia de Traslarena: la epidemia de cólera, las familias enterradas allí, la resistencia a las palas de 1976, los años de abandono y los pasos dados hasta llegar a este momento. Será, en cierto modo, la manera de entregar por escrito lo que muchas vecinas y vecinos han venido contando de viva voz durante décadas.

Redacción
Redacción
Equipo de Redacción de elburgado.com

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