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Pasó lo que no estaba previsto. En el MetLife Stadium de Nueva Jersey, el Chelsea se consagró como campeón del Mundial de Clubes tras imponerse con autoridad al PSG en una final memorable. El marcador reflejó un convincente 3-0, un triunfo que no solo alzó al equipo inglés con el título, sino que también reafirmó su proyecto futbolístico bajo la dirección de Enzo Maresca. El Chelsea había ganado la Conference Ligue de la UEFA.
Desde los primeros compases, el Chelsea impuso su ritmo con una presión perfeccionada que desbordó al rival. A los 22 minutos, Cole Palmer aprovechó una asistencia milimétrica de Malo Gusto y definió con un disparo al ángulo que abrió el marcador. Apenas ocho minutos después, el joven inglés volvió a desatar la locura al zafarse de varios defensas y clavar un segundo tanto casi idéntico: un golazo que terminó de desarmar a los parisinos.
Antes del descanso, Palmer se transformó en asistente al filtrar un pase entre líneas para João Pedro, quien realizó una exquisita vaselina sobre Donnarumma, sellando así un demoledor 3-0 con el que el Chelsea se fue al vestuario en una posición privilegiada.
El segundo tiempo trajo menos goles, pero no menos espectáculo. El PSG, con cambios tácticos y ganas de reacción, llegó a crear un par de ocasiones claras, solo para topar con un inspirado Robert Sánchez, quien se lució con paradas decisivas y fue determinante en el marcador. Fue declarado mejor guardameta del torneo.
La tensión se disparó en los minutos finales cuando el centrocampista João Neves, del PSG, fue expulsado tras un agarrón y tirón de pelo sobre Marc Cucurella, en una acción sancionada después de revisar el VAR. Al final del partido se produjo un pequeño altercado entre el cuerpo técnico del PSG —incluido Luis Enrique— y jugadores del Chelsea, que Maresca consiguió calmar para que la celebración continuara sin incidentes.
El 3-0 es el resultado más amplio en una final de este nuevo formato de 32 equipos, y coloca al Chelsea no solo con un título más en su vitrina, sino también con cerca de 93 millones de libras esterlinas en premios. Pero más allá del dinero, el triunfo significa la consolidación de un estilo: un bloque compacto, presión intensa y jóvenes como Palmer y Pedro emergiendo al más alto nivel.
FIFA registró una asistencia de 81.118 espectadores, con clima mayormente nublado y 28 °C, perfectos para una final vibrante. El árbitro fue el australiano Alireza Faghani, que mantuvo el encuentro bajo control incluso en los momentos más tensos.
En conclusión, el Chelsea cerró una temporada memorable sobre el césped estadounidense. Con una actuación impecable y el carisma de sus jóvenes estrellas, los “Blues” vuelven a reinar el fútbol de clubes contemporáneo. Ha sido una noche para enmarcar: llena de goles, carácter, y el reconfortante zarpazo de un equipo que mira con ambición al curso 2025/26.
Donald Trump y su esposa, Melania, presidieron el evento futbolístico, con el presidente de la FIFA, Infantino, y los presidentes de los dos equipos finalistas.
