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El Atlético de Madrid cerró su participación en la fase de grupos del Mundial de Clubes con una victoria por la mínima (1‑0) ante el brasileño Botafogo, un triunfo que se hizo insuficiente para pasar a octavos: necesitaba una goleada (tres goles de diferencia) y se queda injustamente fuera del torneo. El tanto decisivo llegó en el minuto 86, obra de Antoine Griezmann, quien recogió una asistencia dentro del área, tras un error defensivo de la zaga brasileña, culminando con temple para mandar el balón al fondo de la red.
Durante gran parte del encuentro, el Botafogo se mostró firme y ordenado. La defensa brasileña resistió con uñas y dientes las embestidas rojiblancas, que reclamaron hasta tres penaltis en el primer tiempo, sin suerte. El Atlético dominó territorialmente –llegó a disparar hasta 23 tiros en total– pero mostró una preocupante falta de eficacia y definición, reflejo de sus problemas en la temporada. El árbitro mexicano hizo el resto: escamoteó al menos dos penaltis al Atlético. Un desastre este Ramos, sin categoría para pitar partidos grandes.
En la recta final, tras el gol, los últimos minutos fueron de tensión. El Botafogo buscó el empate, aprovechando espacios, pero el tiempo jugó a favor del Atlético, que logró mantener la ventaja. Sin embargo, la victoria no bastó. El PSG y el Botafogo se clasifican por la diferencia de goles con el Atlético. Los tres empatados a puntos.
Este desenlace resume una campaña llena de frustraciones para el Atlético: eliminado prematuramente del Mundial de Clubes, una temporada decepcionante con malos resultados en Liga, Copa y Champions, y la urgencia de un replanteamiento profundo en todas las líneas.
En definitiva, el gol de Griezmann fue una esperanza tardía que no pudo iluminar el camino rojiblanco en Miami. El equipo de Simeone se despide del torneo con sabor agridulce: certidumbre en el orden defensivo y espíritu combativo, pero sin la contundencia necesaria para cumplir los objetivos marcados. Mucho viejo.