El Caribe vuelve a situarse en el centro de la tensión geopolítica. Estados Unidos habría desplegado en los últimos días tres buques de guerra con unos 4.000 soldados a bordo en aguas cercanas a Venezuela, en el marco de una operación que Washington justifica como parte de su estrategia de lucha contra el narcotráfico en la región. La decisión, sin embargo, ha provocado una fuerte reacción del Gobierno de Nicolás Maduro, que denuncia lo que califica de “provocación y amenaza directa” contra la soberanía venezolana y la paz del continente.
El Ministerio de Defensa de Venezuela emitió un comunicado en el que acusa a Washington de “utilizar el pretexto del narcotráfico” para justificar un despliegue militar que, a su juicio, “busca generar inestabilidad política y abrir la puerta a una agresión militar”. Maduro, que en las últimas semanas ha intensificado su discurso contra Estados Unidos, ordenó la movilización de tropas y milicias en el litoral caribeño y aseguró que el país “responderá con firmeza” a cualquier intento de incursión.
La operación estadounidense tampoco ha pasado desapercibida en el resto de América Latina. Gobiernos como los de México, Cuba y Colombia expresaron su rechazo a la presencia militar de Washington en aguas cercanas a Venezuela. Desde La Habana se calificó el despliegue como “una amenaza a la paz regional”, mientras que el presidente colombiano, Gustavo Petro, insistió en la necesidad de abordar el narcotráfico “con cooperación y desarrollo social, y no con buques de guerra”. Por su parte, México advirtió de que la medida “solo alimenta la tensión en una región que requiere diálogo y no más militarización”.
Fuentes del Pentágono sostienen que el objetivo de la operación es “cortar las rutas marítimas del narcotráfico que utilizan las costas venezolanas como plataforma de salida hacia Norteamérica y Europa”. Sin embargo, expertos en relaciones internacionales apuntan que el movimiento tiene también un trasfondo político, en un momento en que Estados Unidos ha elevado la presión contra Maduro, incluso ofreciendo hasta 50 millones de dólares por su captura bajo cargos de narcotráfico y corrupción.
El despliegue se produce, además, en un momento de creciente acercamiento de Caracas a Moscú y Pekín, lo que refuerza la percepción de que la pugna por la influencia geoestratégica en América Latina se está intensificando.
La comunidad internacional observa con inquietud este nuevo episodio de fricción. La Organización de Estados Americanos (OEA) ha pedido moderación a todas las partes, y Naciones Unidas ha reiterado la importancia de “evitar cualquier escalada militar en la región”.
Con el Caribe convertido en un tablero de tensiones militares y diplomáticas, la pregunta que queda abierta es hasta dónde está dispuesto a llegar Washington en su pulso contra Maduro y cuál será la respuesta real de sus aliados latinoamericanos ante un despliegue que amenaza con reconfigurar el equilibrio político en la región.
