
El vecino ya me había trasladado su teoría conspiranoica: “Fueron los judíos, Pedro Sánchez no sabe lo que significa molestarlos como los está molestando”.

Y yo me quedé pensando. Y me quedé pensando también cuando Sánchez agradeció a Marruecos su generosidad energética. Pero en todo el día no se volvió a hablar más de Marruecos. Lo último que dijo Sánchez es que se habían perdido 15 gigawatios de energía en menos de cinco segundos. ¿A dónde se fueron? De los portavoces de Red Eléctrica Española, una no tenía ni idea de nada y el otro respondía con unos tecnicismos inalcanzables para el ser humano. Lo cierto es que yo perdí el contacto con nuestro informático: no hubo manera de conectar con él, ni por Vodafone ni por Movistar –dispongo de dos líneas–. Con los abonados de Vodafone, entre ellos mis hijas, sí pude hablar sin problemas en todo momento. Y lo agradezco porque una de ellas estaba volando y yo, claro, andaba muy preocupado. Un rato después de no poder hablar con el informático, perdí la conexión de internet. Silencio absoluto. Ni con los móviles, ni con el ordenador. Luego ni siquiera podía ver lo que había y no había entrado en el periódico, ni tenía manera alguna de actualizar mis artículos.

Y Pedro Sánchez, que compareció ante el país creo que dos veces, hablando de 15 gigawatios desaparecidos. ¿Quién los robó? El vecino bajó de nuevo para repetirme que estaba seguro de que había sido la venganza de Israel contra Pedro Sánchez por su ira contra ese país, que el apagón tenía todo el sello del Mosad. Y yo seguía negándome a dar la noticia por buena. Bueno, la noticia o lo que fuera. ¿Quién dijo que Canarias no se había visto afectada por el “cero”? Para empezar, yo no podía hablar por mis móviles con el informático y nos habíamos quedado sin internet. ¿Habrá algo más terrible, en el mundo de hoy, que quedarse sin internet? Los cajeros automáticos que me mantienen en vela cada noche no funcionaban tampoco, aunque yo fui a comprar una caja de helados y pagué con el móvil, luego lo de las tarjetas de crédito ocurrió después. Y gracias, de nuevo, a la radio. Carlos Herrera volvió a la COPE minutos después de las 12.30, lo escuché en la radio del coche. Yo había ido a comprarme unos vaqueros a El Trompo, en C&A, y la tarjeta de crédito que tengo en el móvil funcionó. Compré también folios, un boli que no necesitaba y desayuné. Lo pagué todo con tarjeta. Y escribí toda la tarde y pude ver la tele –si no hay internet para mí no hay tele, aunque pulse el “imput” del mando–, y también seguir a Vicente Vallés, nuestro periodista más objetivo. Pero a eso de las ocho y poco se cayó internet y me fui a negro. Ni siquiera Netflix entraba. La perrita se puso nerviosa, de tanto trajín, y en vez de dormir toda la tarde, como hace habitualmente –menos cuando comienza un partido del Madrid, que es cuando me pide la comida–, cada vez que me levantaba iba ella detrás. Nunca lo hace, pero ayer sí. Yo creo que era consciente de que sin internet no hay periódico que valga. Y de que yo estaba muy cabreado.

Tenía razón Álvaro Pombo, en su discurso del premio Cervantes, somos –la española— una sociedad muy frágil. Y con estos tipos gobernando, mucho más. A estas alturas nadie sabe la causa de que se hayan evaporado 15 gigawatios de energía y que haya saltado toda la red eléctrica de la Península Ibérica. Europa descartaba el ciberataque. Portugal lo achacaba a vibraciones en la red de alta tensión a causa de viento, pero no había viento en Tras os montes. Los de Red Eléctrica Española desvariaban y Sánchez sabía menos que yo, que no sabía nada. Yo le pedía canciones a Google y la chica que vive dentro del altavoz me decía que revisara el rúter. Lo revisé tres veces y nada de nada. Volví a llamar a nuestro informático, que funciona con Di-Gi, me parece, y leche de machanga. Opté por leer un libro y pensé que a lo mejor todo aquello era un aviso: antes leíamos más, antes no existía internet, ni ordenadores, salían los periódicos en papel, no se producían “ceros” energéticos, pero cada vez que caían cuatro gotas se iba la luz. Aprovecharé para cambiarle la fecha a las noticias, cuando vuelva la señal, y también pude escribir esto con la calma del que no tendrá opción de “subirlo” (la verdad que no soy consciente de si los textos suben o bajan para llegar a internet) al periódico on line El Burgado.com. Me rindió el sueño, pero en uno de los viajes prostáticos al váter eché un ojo, a ver si ya tenía señal. No, tampoco. Es como cuando esperas un ingreso en el banco que no llega nunca. La ansiedad es el peor enemigo de la vejez. A las 11,30 volvió la señal.





