El presidente de Estados Unidos ha reconocido, a bordo del Air Force One mientras regresaba a Washington D.C., que mantuvo una conversación telefónica con Nicolás Maduro, aunque declinó dar detalles sobre su contenido. Con este gesto, Trump pone sobre la mesa una singular combinación de diplomacia y presión en un momento de tensión extrema entre Washington y Caracas.
La llamada se produce menos de 48 horas después de que Trump declarara —vía su red social oficial— que el espacio aéreo “sobre y alrededor de Venezuela” debe considerarse “cerrado en su totalidad”, un anuncio que generó alarma internacional y fue interpretado en Caracas como una amenaza directa a la soberanía venezolana.
Consultado por los periodistas sobre el contenido del diálogo, Trump se limitó a decir: “La respuesta es sí” cuando le preguntaron si había hablado con Maduro. Respecto a si la conversación había sido productiva, se limitó a añadir: “No diría que fue bien ni mal. Fue sólo una llamada telefónica.”
El anuncio representa una ruptura respecto a las tensas relaciones mantenidas entre ambos países: durante semanas, Washington ha fortalecido su presencia militar en el Caribe —incluyendo el despliegue de portaaviones y operaciones navales contra supuestos narcotraficantes venezolanos— y ha intensificado su retórica acusando a las autoridades de Caracas de narcotráfico.
Desde Caracas, la reacción ha sido de rechazo. El Gobierno venezolano calificó el reciente llamado del presidente estadounidense a considerar el espacio aéreo venezolano como cerrado de “amenaza colonialista” y aseguró que tal medida sería una clara violación de su soberanía nacional.
Lo cierto es que la confirmación de la llamada pone en evidencia que la situación entre Washington y Caracas se mueve en un terreno de doble vía, entre la amenaza y la negociación.
