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Hoy es Día de Todos los Santos. Un día para recordar a los que se fueron… y también a los que, sin haber muerto, decidieron irse de nuestras vidas. Algunos descansan en paz; otros simplemente descansan de nosotros. Y, sin embargo, ambos dejan ese mismo silencio que suena a motor detenido, a turbina que ya no gira.
Pero seguimos aquí, con un destornillador de Ikea, intentando arreglar el avión que algunos llaman vida., que es aquello que pasa mientras respires. Dice Dña. Isabel – mi madre- Un aparato gigantesco, con muchos pasajeros, que van pesando con los años, donde cada uno exige ventanilla y pocos se ofrecen a revisar el fuselaje. Nos toca volar con herramientas prestadas, instrucciones en sueco y la fe intacta de que, con un poco de maña, el ala no se caiga.
Porque hay quienes solo te buscan cuando el motor humea. Te llaman, te abrazan, te prometen cielo azul y turbulencias compartidas. Pero cuando el avión vuelve a nivelarse, ya no los ves. Cambian de asiento, de compañía o de vuelo. Son los viajeros de conveniencia: esos que solo embarcan cuando necesitan despegar contigo, pero se bajan en cuanto el cielo les sonríe.
Y luego están los otros, los de verdad. Los que se fueron sin ruido, dejando el hueco exacto que ocupaban. Esos sí que merecen una vela, un pensamiento, un recuerdo que no se apaga. Los que nunca te pidieron nada y, aun así, te lo dieron todo. Los que te enseñaron a volar sin mapa y a no tener miedo cuando el cielo se pone negro. A ellos los pienso hoy, entre destornilladores doblados y motores que siguen rugiendo.
Este día no es solo para visitar cementerios, sino para hacer balance de los vivos: de los que están y de los que solo aparecen cuando hay beneficio. Porque la falsedad no muere, se recicla. Cambia de cara, de tono y hasta de apellidos, pero siempre vuelve con la misma sonrisa interesada.
Por eso sigo aquí, entre ruido de motores y olor a queroseno, apretando tornillos que no encajan y sosteniendo estructuras que otros abandonan. El destornillador de Ikea es mi cruz y mi esperanza: símbolo de que, aunque las herramientas sean mediocres, la voluntad sigue siendo noble.
Mientras algunos ponen flores sobre las tumbas, yo las pongo sobre las ausencias que respiran. A los que se fueron sin poder volver, gratitud eterna. A los que solo vienen cuando hay algo que ganar, ni rencor ni flores: apenas indiferencia, que es el olvido con traje de gala.
Y así, en este Día de Todos los Santos, sigo arreglando lo que puedo. Con destornillador de Ikea, sí, pero con la certeza de que, al menos, el avión todavía vuela… aunque algunos ya no sepan quién lo mantiene en el aire.





