Este sábado Tenerife vivió en pocas horas lo que los servicios de emergencia llevan años advirtiendo: mar de fondo del noroeste y prealerta activa pero con personas demasiados valientes o directamente descuidadas que se ponen demasiado cerca de donde rompen las olas.
El balance fue trágico: una mujer murió y nueve personas resultaron heridas cuando una ola barrió el muelle del Puerto de la Cruz. Poco antes había aparecido sin vida un hombre en El Cabezo (Granadilla) y otro varón falleció tras ser rescatado en helicóptero del Charco del Viento (La Guancha).
En Taganana, seis turistas franceses cayeron al agua en Roque de las Bodegas pese al balizamiento preventivo, con varios heridos. Todo en el mismo episodio de mala mar.
La secuencia no sorprende a quienes conocen la costa norte de Tenerife. Cuando entra mar de fondo del noroeste, las series —grupos de olas más grandes que llegan tras minutos de aparente calma— superan espigones, charcos y paseos.
AEMET y el Gobierno canario habían activado prealerta por fenómenos costeros con olas de 2–4 metros, especialmente en las fachadas norte y oeste de las islas: justo las que recibieron el golpe.
Puntos calientes
En Tenerife, los “puntos calientes” se repiten. El Puerto de la Cruz, en el muelle y el entorno de San Telmo, concentra escenas recurrentes de gente asomada a la rompiente porque el paseo parece “seguro”… hasta que no lo es, como se vio el sábado.
Más al este, Bajamar, Jover y Las Lajas (La Laguna) son piscinas naturales que engañan: su pared protege del oleaje habitual, pero la ola de serie rebasa el murete y te arrastra en el reflujo. El 9 de octubre de 2024, una mujer falleció allí tras ser rescatada del agua.
En el noroeste, dos charcos icónicos ilustran bien el riesgo. El Charco de la Laja (San Juan de la Rambla) dejó un muerto y un herido en diciembre de 2020 cuando una ola los barrió “mientras se hacían fotos”.
En La Guancha, el Charco del Viento es un reclamo fotográfico que este sábado sumó otra víctima mortal rescatada por el helicóptero del GES. En el suroeste, la piscina natural de Isla Cangrejo (Santiago del Teide) vivió en enero de este año la muerte de un hombre de 60 años arrastrado por una ola.
Y al sur, El Cabezo (El Médano) es un santuario del viento y el surf donde la mar de fondo puede sorprender fuera del agua. El patrón se repite: muros, rocas y espigones dan falsa sensación de control.
¿Quiénes son las víctimas?
La jornada de Taganana dejó claro que muchos implicados eran visitantes —seis turistas franceses— que ignoraron el balizamiento. No es un caso aislado. En los últimos años han fallecido también un turista alemán en las piscinas naturales de Agaete (Gran Canaria), una mujer portuguesa en el faro de Pechiguera (Lanzarote) y un padre alemán en las piscinas de Hermigua (La Gomera).
Entre los locales abundan pescadores de roca y bañistas confiados en “charcos” conocidos. La asociación “Canarias, 1500 km de costa” insiste: la imprudencia —acercarse a la rompiente, saltarse cierres, subestimar el reflujo en charcos— es el denominador común.
¿Por qué ocurre?
Porque el mar de fondo funciona en series: minutos de calma “invitan” a acercarse, hasta que entra un tren de olas más altas que rebasa muros y plataformas. Cuando la masa de agua retrocede, arrastra a quien está en su camino.
Conductas de riesgo… y cómo evitarlas
El 112 lo repite en cada prealerta: no situarse en el extremo de muelles o escolleras, no jugarse la foto o el vídeo de Instagram, no pescar en rocas expuestas ni cruzar precintos.
Mucho menos bañarse en playas o charcos sin vigilancia ni conocimiento del entorno. Si te alcanza una ola y caes al agua, aléjate de la rompiente, pide ayuda, no nades contra corriente y aprovecha los descansos de la serie para ganar cota. Son pautas sencillas que salvan vidas… si se cumplen.
Mal que pese, lo de ayer no es “mala suerte” ni un fenómeno imprevisible: había prealerta, parte marítimo y balizamientos.
Fue una cadena de pequeñas decisiones que ayer fueron fatales.





