El cisma en el C.D. Tenerife es cada día más patente y no se descarta que un, al parecer, muy tocado –futbolística y económicamente— José Miguel Garrido venda su paquete de acciones del club al fondo de inversión que lo persigue desde hace meses.
A las diferencias de criterio en la gestión del Club entre Garrido, accionista mayoritario, y el presidente Paulino Rivero, hay que añadir la oposición de Rivero y de parte de los accionistas sindicados a la contratación de Óscar Cano, un entrenador de muy bajo perfil, como preparador del Tete.
Cano ha pasado por ocho equipos de las categorías bajas del fútbol español y casi siempre ha salido a estampida de ellos. Concretamente, del Granada, Salamanca, Alcoyano, Castellón, Badajoz y Depor, aunque cosechó éxitos efímeros en alguno de ellos, pero también descendió al Betis B y al Sabadell. No parece el preparador ideal para un ascenso del C.D. Tenerife a Primera División. Ni para un proyecto deportivo sólido.
Rivero, Amid Achí, Conrado Bacallado, Juan Pelayo y otros accionistas de relieve prefieren a un hombre del perfil de Pepe Mel, que ya dirigió al equipo blanquiazul en los tiempos de Javier Pérez.
En el Tenerife hay un lío de proporciones realmente alarmantes, cuando la intención de Garrido era ascenderlo en dos años –que se cumplen ahora— a la Primera División. No se consiguió ni siquiera jugar el play off esta temporada, Garitano se marcha y el equipo queda clasificado por debajo de la mitad de la tabla; es decir, que ha hecho el ridículo.
Según se comenta en el Tete, las diferencias del presidente “político” de la entidad, Paulino Rivero, con José Miguel Garrido son cada vez mayores y, que se sepa, no se ha cumplido ni uno de los objetivos deportivos trazados al principio de la temporada. Ni siquiera con la cantera, ya que parece que es ignorada sistemáticamente cuando es hoy tendencia en casi todos los equipos de media tabla de las divisiones más altas del fútbol español valerse de ella para ahorrar dinero en fichajes.
Rivero puede tener las horas contadas en el Tenerife si Garrido se sale con la suya y acude, en vez de a un consenso, a una guerra abierta en la sociedad anónima deportiva.
