Me contó su proyecto para Radio Club, que entonces controlaba una especie de cooperativa liderada por don Félix Álvaro Acuña Dorta, que luego sería alcalde de Santa Cruz. Su padre –el de Paco–, Juan Padrón, me lo había advertido: “Mi hijo quiere contarte algo; te advierto que tiene una imaginación desbordante, pero atiéndelo bien”. Y así lo hice.
El proyecto de Paco, que se ha contado alguna vez, era lograr una emisora moderna, alejada de los tópicos de las radios de provincias, modernizándola y aportando todo el entusiasmo que él tenía.
Paco Padrón era un perfecto desorganizado, pero un hombre intuitivo y especialmente dotado para la improvisación, algo absolutamente fundamental para quien dirige una emisora. Pronto, Radio Club se convirtió en una emisora puntera, no sólo en Canarias sino en toda España.
Adscrita desde los primeros momentos de la nueva etapa a la SER, de ella salieron los mejores periodistas, editores y directores de medios de comunicación de las Islas Canarias. Fue una auténtica escuela. Su director era tan caótico que las cartas de los bancos las metía en un saco, sin leerlas, e independientemente de su contenido, y cuando el saco estaba lleno lo tiraba a la basura. Con esos papeles, docenas de tarjetas de crédito sin usar y caducadas.
Desde que Paco Padrón la cogió hasta que la soltó fue la radio de todos, la que todo el mundo sintonizaba. Más tarde, cuando llegaron otros directores, fue cayendo en picado, hasta el día de hoy, en que vive sus peores tiempos.
Además, está gafada en la actualidad porque el trofeo Teide de Oro que entrega cada año a los notables locales, provoca que casque el que lo recibe. Y tengo muchos motivos para decir esto. Vaya premio con mala suerte en los últimos tiempos, Dios mío. Todos los que lo recogen, o casi todos, se van pal piso.
Nosotros hacíamos un programa, cuyo nombre no recuerdo bien, creo que El Lote, que fue el germen de muchos otros. Fue el primer magazine, la primera tertulia divertida de la radio canaria. De ahí nacieron, por ejemplo, los personajes de Juan Luis Calero, la Señora y el Caballero, que tanto éxito le han dado a su protagonista y creador a lo largo de los tiempos. Y de ahí fue naciendo nuestra afición a la radio divertida, desenfadada, la radio al minuto. Una unidad de Radio Club siempre estaba presente allí donde se producía la noticia. Una de ellas estuvo a punto de quemarse conmigo, cuando el famoso incendio de San José de los Llanos. Otro día hablaremos de aquello. Calero se metía en el control, generalmente con Nardi Sáinz Mesa a los mandos, hacía sus voces de la Señora y el Caballero, cortaba la llamada, se escuchaban los pitidos de corte, y entonces aparecía la voz de Juan Luis (de la Señora) –una vez cortada la llamada– que decía: “Adiós, buenas tardes”. Un vacilón.
Hoy ha aparecido, buscando en el archivo, una foto de aquella tertulia, en la que estamos Carmelo Rivero, Miguel Tejera, Pepe Chela y quien escribe. Paco Padrón se incorporaba a ella cuando le daba la gana y ahí se decían cosas que no se decían en ninguna otra parte.
La coordinaba, en ausencia de Paco, Carmelo Rivero, hasta hace poco director del Diario de Avisos y anteriormente director de La Gaceta, antes que yo. Aquella tertulia era escuchada por todo el mundo y en ella se abordaban temas sin censura alguna. Una vez dijimos tantas cosas, tantos disparates, que Paco se asustó y llamó para que cortaran la señal de la emisora, porque temía que la cosa se le fuera de las manos. Pero al día siguiente volvimos con lo mismo.
Radio Club fue todo un referente de los medios de comunicación en Canarias. De ahí salieron también los mejores especialistas en música, los programas más entretenidos, los mejores locutores y los mejores periodistas. Instalada primero en su vieja sede de Suárez Guerra, luego pasó a la avenida de Anaga, manteniendo su centro emisor en la montaña cercana al Hospital Universitario. Manolo Sáinz Mesa y Pepe Saigí eran sus técnicos y en el control estaban Montelongo, el Manitas, Nardi y el gran Juan Rolo, entre otros.
No hay que olvidar nunca a los viejos Miguelito Rodríguez y Beva del Castillo, locutores de excelentes voces. Ni a Arturo Navarro-Grau, jefe de programas. De mi época, los mejores periodistas de la época se reunían ante sus micrófonos: he aquí el ejemplo de la foto, con Miguel Tejera, Pepe Chela y Carmelo Rivero, que aparecen en ella.
Miguel Rodríguez, que casi nunca tenía ganas de trabajar, recibió la noticia de que un papa se había muerto. Ni corto ni perezoso, cogió el micrófono y dijo: “El papa ha muerto. En señal de luto cortamos la emisión unos días”. Y así lo hizo. Y se fue al bar El Combate, de donde apenas salía.
Siendo un niño, Lucas Fernández, hoy presidente y editor del Diario de Avisos, hacía un programa musical de mucho éxito y participaba activamente en los informativos, lo mismo que José Antonio Pérez. Todos aprendimos mucho en Radio Club.

Se han perdido viejas reliquias de la emisora. La página del libro de autógrafos, con la firma del general Franco, se la mamó un célebre periodista/archivero que no dejaba nada vivo (se lo cepillaba todo); los viejos aparatos de emisión y de los estudios y el piano no tengo ni idea de dónde están.
El piano lo tocaba el maestro Juan Estany, que acompañaba con entusiasmo a todos los que cantaban fatal y a alguno que lo hacía regular. Ese piano no sé si lo tiene Paco Padrón o si también se fue al carajo.
Los sudores del maestro hacían época. Se dice que Frank Sinatra le plagió a don Juan Estany la canción Extraños en la noche, que –se decía– era una réplica de un chotis suyo que se llamaba No se puede ser guapo. Vaya usted a saber. El propio Estany me lo reveló a mí en una entrevista que publiqué en el vespertino diario La Tarde, en la noche de los tiempos. Perdió el pleito, pero yo creo que por mala dirección letrada, no porque no tuviera razón.
En fin, viejos tiempos de la decana emisora, que hoy no es ni la sombra de lo que fue. Entre otras cosas porque ha dejado de ser tinerfeña para convertirse en otra cosa. Pero todos guardamos un grato recuerdo de aquella estación, capaz de las mayores hazañas.
Famosas eran sus noticias falsas en el Día de los Inocentes, en el que en cierta ocasión –imitando al célebre programa de Orson Welles- nos invadieron los marcianos por la costa de Anaga y la gente se lo tragó, con ruido de helicópteros incluido. Las llamadas a la radio se contaban por miles. Fue impresionante. Creo que en esa ocasión hice yo de reportero, en el mismo sitio de la invasión.
Y es que Paco Padrón tenía una imaginación desbordante. Hubo muchas más cosas divertidas. Cuando nacieron la Señora y el Caballero, aquello fue un auténtico suceso.
La gente se partía de risa con las ocurrencias de Juan Luis Calero, que se inició en la radio en esta emisora y arrastró consigo a miles de personas que no querían perderse ni un solo programa. Qué tiempos más agradables. Hay que darse cuenta de que vivíamos la pura Transición, con todos los éxitos, todos los fracasos, todos los triunfos y todos los peligros que ello entrañaba. Hubo que sortear muchas dificultades. También vivimos ahí el 23 F., la fatídica fecha que estuvo a punto de cargarse tanto esfuerzo.
No se pueden comparar los políticos de entonces, hombres hechos y derechos, personas maduras que querían a esta tierra y trabajaban por ella, a los de ahora, más parecidos a chiquilicuatres. Se lograban entrevistas verdaderamente interesantes, no exentas de crítica, se manejaba con cuidado el pleito insular, que existía y era alimentado, pero con cierto respeto. Eran otros tiempos y yo creo que no sólo por pasados fueron mejores que los de hoy, llenos de políticos vacíos y de actitudes incomprensibles.
Presidentes del Gobierno que lucharon con denuedo por su pueblo, alcaldes que hicieron lo mismo. La foto muestra a dos de ellos, Jerónimo Saavedra y Manuel Hermoso. Ambos fueron presidentes y alcaldes de las capitales canarias. Políticos de referencia en la historia de las islas, que aún tienen cosas que decir y que se les respeta, por supuesto. Pero ya nada es igual. Aquella vieja escuela de políticos también se ha terminado. Con ambos realicé viajes inolvidables. Varios a Bruselas con Jerónimo, en tiempos en que luchábamos por los intereses de Canarias ante las instituciones europeas. Otro a Israel, también con Saavedra, en el que tuve oportunidad de conocer a personajes históricos en la vida de Oriente Medio, como Simon Peres y Golda Meier. Aunque mi récord esté en una recepción en la Embajada de España en Londres, durante la que estreché la mano de tres personajes históricos del Reino Unido: Harold MacMillan, Harold Wilson y Edward Heath. Toda una jornada inolvidable, a la que me he referido en un capítulo de mi libro Memorias ligeras.
Aquellos eran políticos de verdad, estos de hoy –con alguna excepción– no sirven para nada. Repito: chiquilicuatres, en cuyas manos, de una manera irresponsable, hemos depositado Canarias. En fin.





