La Fundación Pedro Modesto Campos/Cajasiete y Mutua Tinerfeña, dos entidades locales, costean la restauración de los murales de Aguiar, en el salón de entrada del Real Casino de Tenerife, una genuina construcción art-decó, al más puro estilo de este movimiento que un día conquistó culturalmente al mundo. Hasta el viejo reloj de pared funciona al segundo en esta sociedad, que ayer visité. Los trabajos en los murales estarán terminados este mes y ya se pueden observar los cambios en los deteriorados frescos, que ahora lucirán en todo su esplendor.

Cuentan que un obispo, o quizá un gobernador franquista celoso de su oficio inquisidor, mandó taparles las tetas a unas mujeres pintadas por Aguiar, aunque yo no sé si la historia será verdad o parte de la leyenda. Aguiar, isleño de Santa Clara, Cuba, donde nació en 1895, fue un gran muralista, hijo de emigrantes canarios y enamorado de su tierra paterna. Fue académico de San Fernando y pintó sus murales más celebrados en el Real Casino y en la Basílica de Candelaria, animado por su amigo el obispo Pérez Cáceres, que no fue por cierto el prelado que obligó al pintor a tapar los pechos de la mujer de la entrada del Casino. Don Domingo era un hombre de mundo, que tapaba pocas cosas. Ayer estuve comiendo en el Real Casino y viendo el trabajo de los restauradores, muy adelantado. No es fácil intervenir en un mural, aunque parece que las condiciones ambientales del salón invitan a la adecuada culminación de los trabajos. Y más ahora, con las temperaturas veraniegas, aunque el clima del salón es fresco y agradable.

También he tenido ocasión de visitar la exposición “Arena”, del pintor Ciro Miró, que fue presentada por Felipe Hodgson Ravina el pasado 22 de mayo, y que es un homenaje a la lucha canaria. En la sala de arte “Joaquín Amigó”. Perdí un cuadrito sobre la lucha que me regaló el pintor tinerfeño Padrón. Lo dejé en el piso de Madrid cuando se lo entregué a CajaCanarias, en la crisis de 2008, que me dejó sin un euro en el bolsillo. Y, encima, la Hacienda ladrona me cobró el 17% de la dación en pago (que no le pagué. ¿Por qué?: porque no tenía dinero, que era lo que decía don Paco del Castillo cuando los godos de la central le preguntaban al director lagunero del Banco de Vizcaya que por qué ese señor no pagaba su crédito. Don Paco respondía: “¿Por qué va a ser?: pues porque no tiene dinero”). No sé qué fue de ese cuadrito ni de los otros que tenía colgados en el piso. Y es una pena, porque eran valiosos. Me los pintó un artista callejero de Madrid, de la Plaza Mayor, que mereció portada en la revista semanal de “El País” y tampoco conozco su paradero. En fin, una pena. Salvé pocas cosas de aquel piso. Pero les animo a que visiten la muestra de Ciro Miró. Por cierto, se come muy bien en el Real Casino (me invitaron) y muy barato. Miguel Cabrera Pérez-Camacho ha enderezado la economía de la sociedad, que tiene una actividad cultural impresionante. Desde hoy tienen ustedes la programación completa de esa actividad en cada edición de El Burgado, además de los comunicados de la presidencia y otras noticias de interés para los socios. Es muy difícil encontrar fechas libres para organizar eventos en el Real Casino, todas las actividades están reservadas con meses de anticipación. Además, la pinacoteca de la sociedad crece cada día y la colección de cuadros que atesora, además de los murales de Aguiar y de Néstor, estos últimos que se encuentran en la segunda planta del edificio, son muy apreciables.

Las vistas de Santa Cruz desde los salones del Real Casino me parecen espléndidas. Ayer lucía un bonito día y todo resplandecía. Y qué impresionante es el edificio Olimpo. Para mí supone toda una obra de arte arquitectónica, sin duda el mejor edificio de Santa Cruz. Todo menos el carril-bici de Bermúdez de la calle del Pilar (que afortunadamente no se ve desde el Casino, pero se sufre para llegar), que no resistiría la más mínima denuncia por vulneración de las normas antiincendios. Si se produjera un incendio en esa calle, el atasco de camiones de bomberos y coches de policía sería monumental. Han colocado barrotes para que los coches no se salgan de la única vía por donde se les permite circular. Pobres clientes del hotel que han construido donde antes estaba Galerías Preciados. Bermúdez sabrá por qué ha hecho esa barbaridad. Ayer sólo vi a un ciclista, que circulaba fuera de su sitio, entre los coches y dando el coñazo. Y ni un puto guardia que lo metiera a camino.





