La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, vivió un momento de tensión este domingo durante su visita a Bulgaria, cuando el avión en el que viajaba sufrió una interferencia en su sistema GPS, obligando a la tripulación a recurrir a métodos de navegación alternativos para aterrizar de forma segura. Las autoridades búlgaras han iniciado una investigación por un posible sabotaje de origen ruso, en un incidente que aviva las preocupaciones sobre la guerra híbrida del Kremlin contra la Unión Europea y sus aliados.
El vuelo de Von der Leyen, que partió rumbo a Plovdiv —la segunda ciudad más grande de Bulgaria— para visitar la mayor fábrica de armas estatal del país, se vio afectado por una interrupción repentina de la señal GPS en las proximidades del aeropuerto. Según confirmó la portavoz adjunta de la Comisión Europea, Arianna Podestà, la interferencia obligó a los pilotos a emplear sistemas de navegación secundarios, como mapas en papel y métodos alternativos de orientación, para completar el aterrizaje sin incidentes. «Podemos confirmar que hubo una interferencia en el GPS, pero el avión aterrizó sin problemas. Hemos recibido información de las autoridades búlgaras que sospechan que esta flagrante interferencia fue llevada a cabo por Rusia», declaró Podestà a medios internacionales.
El Ministerio del Interior búlgaro emitió un comunicado oficial afirmando que «la señal satelital utilizada para la navegación GPS de la aeronave fue interrumpida» durante el acercamiento al aeropuerto, a unos 150 kilómetros al sureste de Sofía. Aunque el vuelo aterrizó con normalidad, las autoridades locales han calificado el suceso como un «posible sabotaje» y han iniciado una investigación exhaustiva, en coordinación con la UE y la OTAN. Fuentes de inteligencia búlgaras apuntan directamente a Moscú, basándose en patrones similares de interferencias electrónicas detectadas en la región del mar Báltico y el mar Negro en los últimos meses.
Von der Leyen, que se encontraba en una gira por los «Estados de primera línea» fronterizos con Rusia y Bielorrusia, no resultó afectada personalmente, pero el incidente ha sido interpretado como un mensaje intimidatorio. La presidenta europea, en declaraciones posteriores, condenó cualquier acto de «guerra híbrida» y reiteró el compromiso de la UE con la seguridad de sus miembros y aliados.
El Kremlin no tardó en responder. El portavoz presidencial, Dmitri Peskov, calificó las acusaciones de «incorrectas» y «sin fundamento», negando cualquier implicación rusa en el incidente. «No tenemos nada que ver con esto», afirmó Peskov en una rueda de prensa en Moscú, sugiriendo que se trata de una «provocación» para escalar las tensiones entre Rusia y la UE. Esta negación se alinea con la postura habitual del Gobierno ruso ante acusaciones similares de ciberataques o interferencias electrónicas.
La Comisión Europea ha exigido una investigación «transparente y exhaustiva» y ha calificado el suceso como un «ataque flagrante» a la soberanía aérea europea. Fuentes comunitarias han recordado que este tipo de interferencias no son aisladas: en los últimos dos años, se han registrado miles de incidentes similares en el espacio aéreo europeo, atribuidos a unidades de guerra electrónica rusas desplegadas en Kaliningrado y Crimea. La OTAN, por su parte, ha ofrecido apoyo técnico a Bulgaria para analizar el incidente, subrayando la necesidad de reforzar las defensas contra amenazas híbridas.
Expertos en ciberseguridad, como los del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), han advertido que estas interferencias, conocidas como «jamming» o «spoofing», representan un riesgo creciente para la aviación civil y militar. En el caso de Von der Leyen, el uso de mapas alternativos evitó cualquier peligro, pero en escenarios más complejos, podrían causar desastres.
La visita de Von der Leyen a Plovdiv tenía un simbolismo claro: inspeccionar la fábrica de armas Arsenal, que produce munición compatible con estándares soviéticos, vital para el apoyo a Kiev. Esto podría explicar el timing del supuesto sabotaje, interpretado por analistas como un intento de disuasión rusa. «Es una escalada en la guerra de sombras», señala un experto del Real Instituto Elcano, quien advierte de que estos actos podrían preceder a confrontaciones más directas.
El incidente sirve como recordatorio de que la guerra en Ucrania se extiende más allá de sus fronteras, amenazando la estabilidad del continente entero.





