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jueves, 16 octubre,2025

Beatriz Barrera rompe el techo de cristal del Real Casino de Tenerife

La primera presidenta en 185 años promete transparencia, modernidad y… ni un euro más de cuota.

⏱ 3 min de lectura

Después de casi dos siglos de presidencias masculinas, Beatriz Barrera se sienta en el sillón presidencial del Real Casino de Tenerife. Y lo ha hecho a lo grande: ganando las elecciones y superando a sus otras dos rivales, convirtiéndose en la primera mujer en presidir la histórica institución. Ya saben, ese club fundado cuando las señoras aún no podían ni entrar sin permiso marital.

Su campaña, tejida con la precisión de un reloj suizo, giró sobre tres palabras mágicas que en cualquier asamblea hacen levitar votos: “no habrá derramas”. Ni aumento de cuotas ni facturas sorpresa. El mensaje caló : elegante, directo y refrescante.

La nueva presidenta ha anunciado que abrirá las ventanas de par en par —metafóricamente, claro, que nadie se asuste— para que entre la transparencia:
– Publicará informes económicos periódicos,
– Implantará un sistema de voto no presencial,
– Y pondrá en marcha una oferta cultural que, atención, no se limitará a los clásicos ciclos de boleros y partidas de dominó.

También promete un equilibrio financiero sin derramas, recurriendo a financiación externa antes que rascarle el bolsillo a los socios. Una herejía contable para algunos, un soplo de aire fresco para otros.

En los pasillos, entre cuadros decimonónicos y espejos dorados, se oyen suspiros y expectativas:
—“Esto es histórico”, comentan unos.
—“A ver cuánto dura la magia”, murmuran otros.

Los más veteranos, acostumbrados a ver pasar juntas directivas como estaciones del tranvía, observan con escepticismo elegante. Los más jóvenes, que suelen aparecer solo para los conciertos y las fiestas de carnaval y Navidad  aplauden la idea de “modernizar” una institución que a veces parece atrapada en la España de Alfonso XIII.

Barrera no solo hereda una institución con más historia que la Wikipedia: también asume la tarea de equilibrar tradición con modernidad, mantener la elegancia sin caer en la polilla, y demostrar que se puede presidir sin subir cuotas. Difícil, pero no imposible… si la calculadora no se rebela.

Y mientras se descorchan discretos brindis en la cafetería del Casino, una cosa es segura: nada volverá a ser igual en la vetusta institución de Santa Cruz. La era de las presidentas ha comenzado. Y esta, al parecer, viene con sonrisa… y sin derramas.

Desde aquí enhorabuena.

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