Como es natural, anoche trinqué tremenda calentura con la derrota del Real Madrid. Esta noche, me refiero. No por la derrota en sí, sino por la goleada, por el baile y por las dos cagadas de Rüdiger y de Asencio. Ninguno de los dos está para jugar en el Madrid. Menos mal que pusieron por la tele a los enanos de La Palma y el baile del minué, esa cursilada palmera que no aguantan sino los palmeros, y entonces me relajé con la palmerada, chupay, chupay. En La Palma están todos, incluso los políticos, cobrando dietas y ocupando plazas de hotel. Debe haber como 10.000 políticos en La Palma, viendo a los enanos y el baile del minué y el diálogo ese del barco de la Virgen, que es otra cursilada. A estas alturas, como siga tocándole las pelotas a los palmeros, no nos van a poner publicidad institucional. Bueno, pues me encanta todo: los enanos (es un espectáculo), la cursilada del minué y el diálogo (que creo que siempre es el mismo) entre los que están subidos al barco de la Virgen y los que están a pie de calle, desgañitados todos ellos. Ser palmero es curioso. Hay gente que quiere suprimir a La Palma del nomenclátor, otros a La Graciosa, otros al Roque de Garachico, que debe ser un poquito más pequeño que La Graciosa, pero con más pardelas. Una pardela, una pareja de pardelas, fue la que generó el mito del Bicho del Realejo, en la noche de los tiempos. Yo estoy escribiendo esta noche muy cabreado por lo del Real Madrid y por el vacilón que se van a coger los del Barcelona, mientras Vinicius se va de vacaciones a ver el baloncesto de la NBA o similar y se compra un nuevo reloj lleno de complicaciones. Y yo sufriendo. Y usted, desocupado lector. El Madrid demostró que es un equipo tontorrón, lo fue la última temporada de Ancelotti y lo es la primera de Xabi Alonso. Fichan a un tal Trent y se les lesiona en el entrenamiento. Y los jugadores que prometen cometen penaltis absurdos y los echan a la calle los árbitros. Mientras, Luis Enrique pone cócteles molotov en los culos de sus chicos, que vuelan. El PSG, con un pequeño hombrecillo llamado Vitinha a la cabeza, cabezorro él también, vuela. Y humilla. El Real Madrid no está acostumbrado a ser humillado. Leí en la nueva biografía de don Santiago Bernabéu que don Juan Carlos, siendo príncipe, entró una vez en el vestuario y le dijo a Di Stéfano que no estaba jugando muy bien. Fue en el descanso de un partido de la primera Copa de Europa, en una visita que hizo el Madrid al Servette suizo. “Saeta, estás haciendo poco, ¿eh?”, dicen que le dijo al rubio don Juan Carlos. Y el jugador le respondió: “Ándate a cagar, ché”. Cuenta Juanma Trueba, autor de la biografía de Bernabéu (geoPlaneta) que acabo de leer, que el jugador desmintió en sus memorias que le hubiera contestado eso al futuro rey. Pero vete tú a saber. Yo sí me lo creo. Lo mismo les diría yo a todos los que jugaron ayer ante el PSG.
lunes, 1 diciembre,2025





