A Sánchez, ni lo miran

Se fue Sánchez a La Haya, con el traje azul, la cabeza baja y encontró allí una evidente falta de interlocutores. Fíjense en la carambola. Sánchez se negó a la aportación del 5% del presupuesto a defensa. Primero, no tiene presupuestos desde hace dos años. Segundo, se negó no por convencimiento alguno sino a petición de la Tucán gallega, quien de lo contrario le retiraría el apoyo parlamentario. Tercero, lo vende como un triunfo y llega a paralizar la programación de La 1, tipo Maduro, un domingo, a mitad de la película, para convocar una rueda de prensa sin periodistas y así comunicar al país su “victoria” sobre la OTAN. Cuarto, el secretario general de la OTAN, Rutte, desmiente a Sánchez, que llega a tergiversar la propia carta del secretario general. Quinto, para mantener en el poder a Sánchez, España tendrá que pagar una burrada de aranceles a USA, lo que significa la venganza de Trump a lo que Sánchez creía una tomadura de pelo a Trump. Sánchez no se da cuenta de que España es una hormiga al lado del dinosaurio americano. Es decir, que Sánchez tiende a convertirse cada día más en un burro, a pesar de que tiene cientos y cientos de asesores que nosotros le pagamos todos los meses. Y ahí lo han visto, en las fotos de La Haya, solo entre los líderes, sin que nadie se le acerque a hablarle y vendiendo cabezas en su país para escapar. La próxima cabeza que va a vender será la de Zapatero y, si no, estén al loro porque Bambi va a ser señalado en los tribunales por sus presuntas tropelías en Venezuela, que parece que son variadas. Zapatero se ha enriquecido en Venezuela, tiene un patrimonio que no se corresponde con sus ingresos y puede pagar caras sus andanzas por aquel país… y por este. El papel de Sánchez en La Haya ha sido penoso, alejado de todo el mundo, sin querer saludar a los líderes mundiales sobre todo a Donald Trump, humillado y señalado por todo el mundo. Si nos suben los aranceles, serán los españoles quienes paguemos la ambición de poder de Sánchez, que no es capaz de imponerse ni siquiera a sus socios de Gobierno, que lo ven débil y arrinconado y cada vez le piden más y más. Sánchez es una caricatura de gobernante, España le importa un pito y lo único que le interesa es seguir ahí. ¿Todavía hay quien lo vote? Pues parece que sí, aunque menos.