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Cajasiete
martes, 23 diciembre,2025

Mi brindis por los que aguantaron el chaparrón de 2025

Te imagino. No porque tenga poderes adivinatorios, sino porque llevo demasiados años mirando a la gente como para no reconocerla. Estás ahí, leyendo estas líneas mientras 2025 se apaga con más ruido del que debería. Quizá con un café, quizá con hastío. Y seguramente pensando —aunque no lo digas— que este año ha sido largo. Largo y, en ocasiones, poco amable.

No te voy a mentir: no ha sido un gran año para las grandes ilusiones comunes. Hemos tenido exceso de discursos, inflación de opiniones y una preocupante escasez de sentido común. La política ha seguido haciendo lo que mejor sabe: hablar mucho y resolver poco. La economía ha vuelto a recordarnos que siempre hay alguien ganando mientras otros hacen malabares para llegar a fin de mes. Y nosotros, en medio, intentando vivir sin que nos pase demasiada factura.

Pero hoy no quiero hablar de ellos. Ya lo hago el resto del año.

Hoy quiero hablarte a ti, que has atravesado estos doce meses librando guerras que no cotizan en bolsa ni abren telediarios. Batallas íntimas, silenciosas, de esas que se pelean con la persiana bajada y el móvil en silencio. Miedos, cansancios, pérdidas. Y, aun así, aquí estás. Eso, aunque no esté de moda decirlo, tiene mérito.

Este 2025 te ha exigido más de lo que prometía. Te ha hecho dudar, improvisar y, en algunos momentos, resistir por pura cabezonería. Porque hay días —y tú lo sabes— en los que uno no sigue adelante por esperanza, sino por dignidad. Y eso también cuenta, aunque no se celebre.

Hemos despedido a gente este año. Demasiada. Personas que no salían en Wikipedia, pero arreglaban el mundo desde la cercanía. Familia, amigos, vecinos, referentes silenciosos. Las mesas se han quedado cojas y las conversaciones, incompletas. No hay manera correcta de asumirlo, pero sí una obligación moral: no vivir como si no hubieran existido. Recordarlos es un acto de resistencia. Les debemos seguir dando guerra, seguir riendo y no permitir que el olvido les gane la última partida.

No permitas que el ruido —ese ruido constante que todo lo contamina— te robe la conciencia de lo que has hecho bien. Has estado. Has aguantado. Has querido, incluso cuando costaba. En los tiempos que corren, eso roza la heroicidad, aunque no dé para titulares.

Te lo digo con la franqueza que solo da la experiencia y con la libertad que siempre he defendido, a veces pagando el precio: vales más de lo que te hacen creer. No dejes que 2026 venga con su lista de exigencias a convencerte de lo contrario.

Gracias por seguir al otro lado. Por leer cuando leer ya no es lo fácil. Nos veremos en estas páginas o en cualquier barra de bar, que suelen ser lugares igualmente sinceros.

Feliz Navidad y que el año nuevo no nos quite ni el humor ni el coraje.
Lo demás, ya veremos cómo lo arreglamos.

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