La estampa no es diaria pero sí habitual. Quien haya llegado últimamente al aeropuerto de Tenerife Sur, pese a no haberlo sufrido en primera persona, sabe que el primer contacto con la Isla puede no ser el sol sino una cola.
Una hilera de pasajeros avanzando a paso de tortuga hacia el control de pasaportes (como la multitud que abandona un recinto deportivo) se ha vuelto casi paisaje habitual en el Reina Sofía. El síntoma de un problema que mezcla las nuevas normas europeas, más turistas que nunca y años de infraestructuras al límite.
Desde principios de mes está operativo en el aeródromo el nuevo Sistema Europeo de Entradas y Salidas (EES), la gran base de datos biométrica que la Unión Europea ha diseñado para registrar automáticamente a todos los viajeros de países no Schengen con foto, huellas, datos del pasaporte y fecha exacta de entrada y salida.
Más seguridad y, se supone que con el tiempo, más agilidad. Pero en la fase inicial, mientras conviven el sellado manual y los nuevos kioscos electrónicos, ocurre justo lo contrario porque muchos pasajeros no saben cómo usar las máquinas, el personal aún se adapta al sistema y cualquier fallo técnico deja inoperativos varios puestos de golpe.
Quien haya viajado a países extracomunitarios desde Barcelona o Madrid últimamente sabe que sucede exactamente lo mismo con unas máquinas a las que les cuesta horrores identificar el pasaporte y los trabajadores no parecen saber más que tú al tratar de ayudarte. Pero claro, el número de terminales de esos aeropuertos es mucho mayor que los del Sur.
Si a eso le sumamos que todos los británicos, tras el Brexit, cuentan como viajeros “de frontera exterior” y deben pasar sí o sí por el control de pasaportes, el embudo está servido.
Tenerife es uno de los principales puntos de entrada de turistas del Reino Unido en España (y en el mundo), y las colas se disparan cuando coinciden varios vuelos procedentes de ese país. El resultado son imágenes de saturación que circulan por redes sociales: familias con niños cansados, pasajeros en silla de ruedas esperando de pie a que les habiliten un paso, turistas calculando si perderán la guagua, el transfer o incluso el vuelo de conexión.
Un edificio desbordado
El problema de fondo es que el nuevo sistema ha llegado a una infraestructura que ya venía desbordada.
Pese a ser uno de los aeropuertos más rentables y transitados de la red de Aena, su terminal principal arrastra décadas de reformas parciales, añadidos y parches. Pasillos estrechos, zonas de espera sin espacio suficiente y, sobre todo, ese control de pasaportes pensado para un tráfico menor (y cuando los británicos no eran considerados extracomunitarios).
Hay que decir que el Estado también ha pasado de este tema hasta hace bien poco pese a ser conocedor del problema.
En 2021, el Gobierno aprobó el DORA II, el plan que fija las inversiones de Aena en toda España para el periodo 2022-2026. En Tenerife, administraciones, patronales turísticas y empresarios llevaban años reclamando una nueva terminal o una remodelación profunda de Tenerife Sur para adaptarlo al tráfico real del destino, pero para sorpresa de nadie el DORA II no incluyó la construcción de esa gran terminal que se pedía para el Reina Sofía.
Se puede decir que hubo una especie de consuelo parcial, incorporando una partida de unos pocos millones de euros para redactar el proyecto de remodelación de la terminal existente, con el objetivo de intentar arrancar las obras antes de 2026 si se lograba cuadrar la financiación. Ja.
El entonces consejero regional de Obras Públicas, el socialista Chano Franquis, llegó a explicar en el Parlamento que el Gobierno canario negociaba con Madrid (también socialista, cabe recordar) para no quedarse solo en el papel y arrancar trabajos reales antes del fin del plan. Pero donde manda capitán no manda marinero. Pese a que todas las administraciones implicadas tenían al PSOE en el poder, nada.
La realidad es que, en la práctica, Tenerife Sur pasará todo el ciclo del DORA II sin la gran obra estructural que muchos consideraban imprescindible aunque, la buena noticia es que, por fin, Tenerife Sur ha entrado por la puerta grande en el siguiente plan: el DORA III para el periodo de 2027-2031.
El Gobierno ha anunciado (veremos) que los aeropuertos de Tenerife Sur y Tenerife Norte recibirán unos 800 millones de euros en total, de los cuales 550 millones irán a una remodelación integral del área terminal de Tenerife Sur.
Según la propuesta de Aena, esa inversión permitirá ampliar la superficie de la terminal de Tenerife Sur en torno a un 50%, mejorar de forma notable las zonas de facturación y embarque, introducir nueva tecnología en controles y procesos de seguridad y y adaptar el edificio a la realidad de un gran aeropuerto turístico del siglo XXI.
Ya dijimos que el Estado anunció inversiones adicionales en el actual periodo para adelantar la redacción técnica que luego se ejecutará en el DORA III, pero estamos terminando 2025 y no se sabe nada. Ya vamos mal.
Una mala tarjeta de visita
Que el turista británico, tradicionalmente el más fiel y numeroso para Canarias, aterrice en Tenerife con ganas de playa y se encuentre con una hora de cola en el pasaporte es algo más que una molestia puntual: es una mala tarjeta de visita para un destino que compite con otros lugares de sol invernal.
Eso sí, no creamos que somos los únicos. Ciudades como Londres, Miami o Madrid tienen el mismo problema (Pekín no, curiosamente, ahí va la cosa con una rapidez inusitada).
Aquí también hay una doble vara de medir. Lo curioso es que en ese tipo de destinos se toma por habitual mientras que en en destinos más enfocados al turismo de sol y playa considerados menos masificados sí genera una gran indignación.
Y en redes sociales se viralizan testimonios de esperas interminables o caóticas y si los medios de origen recogen esas quejas, la imagen de Canarias se resiente. No olvidemos que el Reino Unido es el rey del amarillismo periodístico, así que la mecha prende las más veces de las que se enciende el mechero.
Lamentablemente, y tendrá algo psicológico, la experiencia real en el aeropuerto pesa mucho a la hora de decidir si alguien repite o no sus vacaciones.
En cualquier caso, lo cierto es que, al contrario que los aeropuertos antes citados (con mucho más trafico que este), un aeropuerto que gestiona cifras récord de turistas no puede ser gestionado con unas infraestructuras tan atrasadas.
No puede llegar 2027 sin el trabajo hecho.





