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lunes, 1 diciembre,2025

El Estado Islámico celebra la masacre de 91 cristianos en Congo y Mozambique

En un escalofriante boletín de propaganda, el Estado Islámico (EI) ha reivindicado la muerte de 91 cristianos en una oleada de ataques perpetrados durante la última semana en la República Democrática del Congo (RDC) y Mozambique. La edición número 522 del semanario An-Naba, difundida este jueves por los canales yihadistas, detalla con macabra precisión estas «victorias del Califato», confirmando el auge de la violencia sectaria en el continente africano.

Según el aparato mediático del grupo terrorista, sus operativos en la autodenominada «Provincia del Califato en África Central» (ISCAP) han ejecutado a 80 cristianos en la RDC, en la región oriental de Kivu Norte e Ituri, zonas ya asoladas por décadas de conflicto armado. Los yihadistas presumen de haber irrumpido en aldeas como Guado y Byamb, donde «arrancaron a los infieles de su cruz» mediante decapitaciones, disparos y machetes, además de incinerar decenas de viviendas e iglesias. En Mozambique, la filial local del EI (ISMP) suma 11 víctimas en Cabo Delgado, una provincia donde el terror ha desplazado a más de un millón de personas desde 2017. Allí, los ataques incluyeron emboscadas en caminos rurales y saqueos de propiedades cristianas, con fuego como arma predilecta para sembrar el pánico.

Esta reivindicación no es un eco aislado, sino el clímax de una campaña sistemática que el Estado Islámico ha convertido en pilar de su resurgir africano. Se corrobora un patrón letal: en lo que va de 2025, el Estado Islámico y sus aliados han matado a más de 1.200 cristianos en África subsahariana, con Congo y Mozambique como epicentros. La ONU, a través de su misión Monusco, ha documentado al menos 50 ataques similares en las últimas semanas, con cifras que superan las 200 ejecuciones confirmadas solo en octubre. «Es un genocidio silenciado», denuncia el informe anual de Puertas Abiertas, que sitúa a la RDC en el puesto 35 de países donde los cristianos sufren extrema persecución.

El EI, diezmado en Siria e Irak tras la caída de Raqqa en 2017, ha hallado en África un «nuevo califato» fértil. Aprovechando la fragilidad estatal –corrupción en Kinshasa, insurgencias en Maputo– y agravios étnicos, el grupo ha reclutado a miles de locales mediante propaganda que glorifica la yihad contra «los cruzados». An-Naba no solo narra los hechos, sino que los mitifica: fotografías de cuerpos mutilados y aldeas en llamas ilustran ediciones como la 520 (noviembre) o la 516 (octubre), donde se jactan de «quemar el legado de la cruz». Expertos alertan de que esta escalada podría desatar un éxodo masivo, con 700.000 desplazados adicionales solo en 2025.

La respuesta internacional es tibia. La Unión Africana ha reforzado tropas en Cabo Delgado, pero la cooperación con Ruanda –acusada de respaldar a otros rebeldes como el M23– complica el frente congoleño. Bruselas y Washington han impuesto sanciones al EI, pero ONGs como Barnabas Aid claman por más: «Sin intervención humanitaria urgente, África se convertirá en un cementerio cristiano».

En un continente donde el 45% de la población es cristiana, esta barbarie no es solo africana: es un desafío global a la indiferencia. ¿Cuánto más tardará el mundo en actuar?

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