El Gobierno ucraniano ha puesto en marcha un ambicioso plan para la modernización de su Fuerza Aérea, buscando dotar al país de hasta 250 aeronaves de combate modernas para blindar su espacio aéreo ante la persistente amenaza rusa. El objetivo estratégico es reemplazar por completo su flota de cazas de la era soviética.
El punto central de esta estrategia es el acuerdo provisional con Suecia para la adquisición de hasta 150 cazas JAS 39 Gripen, considerados por Kiev como una plataforma ideal por sus costes operativos, facilidad de mantenimiento y capacidad para despegar y aterrizar desde pistas improvisadas o incluso carreteras, una ventaja táctica crucial en el conflicto.
El presidente Volodímir Zelenski y el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, cerraron una carta de intenciones para la futura exportación de estas aeronaves durante un encuentro a finales de octubre de 2025. Zelenski manifestó su deseo de recibir las primeras unidades en 2026, si bien los analistas y fuentes suecas indican que las entregas a gran escala podrían tardar varios años debido a la capacidad de producción.
El plan ucraniano no se limita al Gripen. Kiev busca construir una fuerza aérea basada en un «tríptico» de cazas occidentales que fortalezca su capacidad a medio y largo plazo: el F-16 Fighting Falcon, que constituirá la columna vertebral inicial; el JAS 39 Gripen, como plataforma más numerosa y flexible; y los cazas Rafale o, provisionalmente, aviones Mirage 2000 de Francia, con quien se mantienen conversaciones paralelas. Expertos militares señalan que este esfuerzo, que implica grandes desafíos logísticos y de formación de personal, representa la consolidación de la nueva Fuerza Aérea ucraniana, totalmente compatible con los estándares de la OTAN.
