La llamada Global Sumud Flotilla, un convoy marítimo cargado de ayuda humanitaria, ha entrado ya en lo que sus organizadores consideran la zona de mayor riesgo en su travesía hacia Gaza. El anuncio vino acompañado de denuncias sobre la presencia de barcos “no identificados” que, según relataron, navegaban sin luces y realizaron maniobras de aproximación sospechosas.
Los activistas, que viajan con medicinas y alimentos a bordo, aseguran que también han sufrido interferencias en las comunicaciones, un hecho que incrementa la tensión en un Mediterráneo donde cada milla recorrida se percibe como un desafío al bloqueo naval impuesto por Israel.
Desde Jerusalén, las autoridades han reiterado que no permitirán la entrada de la flotilla en Gaza, argumentando que su objetivo es político y que existe el riesgo de que organizaciones armadas se aprovechen del viaje. El Gobierno israelí mantiene su advertencia de interceptar los barcos si intentan romper el cerco marítimo.
Por su parte, España e Italia han expresado su preocupación por la seguridad de los tripulantes. Ambos países ofrecen asistencia humanitaria en caso de emergencia, pero rechazan escoltar a la flotilla dentro de la zona militarizada para evitar un enfrentamiento directo con Israel.
Mientras tanto, las organizaciones que respaldan la misión insisten en que el convoy es un gesto de solidaridad con la población civil de Gaza. Su paso por aguas de alto riesgo marca no solo un pulso político y diplomático, sino también una prueba de hasta dónde llega la resistencia pacífica frente a uno de los bloqueos más prolongados del mundo.





