Agosto, a hacer puñetas

Agosto se va a hacer puñetas. La Navidad está aquí. Porque el otoño es una estación de tránsito, un híbrido como esos coches que te venden ahora, que son muy caros y que no sirven para nada porque explotan sus baterías. Para mí, un coche eléctrico o un híbrido no es un coche, como un mago no es tampoco persona. Lo decía, en la noche de los tiempos, don Lupicino Arbelo: “Ni el Ford es coche, ni el mago es persona”. En fin, que se va agosto y la última muerte del mes, por el momento, es la de Manolo de la Calva, que falleció en un plis plas por su enfisema pulmonar (88). Nadie se lo esperaba, porque estaba el hombre bien hasta sus últimos momentos. Con Manuel de la Calva nos deja un gran compositor, un mago de la canción, que tanto nos alegró la vida a los que hoy nos morimos poco a poco: el pop. Con la muerte de Manolo y de Verónica Echegui, la joven y guapa actriz que fue novia de nuestro Álex García, se va a agosto a hacer puñetas. Tenía solo 42 años y un cáncer que se la llevó por delante. No sé si Maduro se comerá las hallacas de su mamá en Fuerte Tiuna, depende de Trump, pero lo tiene feo el animal de dos patas, ex conductor de guaguas del metro de Caracas que llegó a presidente. Bueno, también han llegado a primeros ministros Sánchez y Zapatero, es ministro Puente y ha sido jefe del Estado Mayor de la defensa Julito el Rojo, así que lo bueno de la democracia (que sigue siendo un abuso de la estadística como dijo Borges y repito mucho yo) es que en estos tiempos cualquiera puede ser cualquier cosa, y esta frase, parecida a las de Churchill, no es de Churchill, sino mía. Y si no que se lo pregunten a Ursula Von der Leyen, que hasta se enamoró de Sánchez, aunque parece que ya está totalmente desenamorada. Cualquiera no. Está aquí al lado la Navidad y a partir de octubre no habrá quien salga a las carreteras de esta isla mía, porque no se podrá circular. Así que hagan como yo. Metan el coche en el garaje, si lo tienen, y hagan un plano del entorno, donde suele haber de todo, yendo a pie: farmacia, supermercado, óptica y esas cosas. Todo, en un radio de medio kilómetro. Y lo demás lo piden por teléfono a China, que la mercancía no tarda mucho en llegar. Y el cartero, eterno portador del mal fario, ese sí que siempre toca en la puerta. Ayer pedí a China cuatro pares de zapatos del mismo modelo, pero de distinto color. Y si el pedido llega después de la fecha prevista me devuelven cinco euros. Un chollo, oiga. Si me dura un mes cada par tengo para cuatro meses. Hasta Navidad.