El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó un mensaje contundente a su homólogo ruso, Vladímir Putin: el próximo viernes, durante la cumbre que tendrá lugar en Anchorage (Alaska), lo esperará con “severas consecuencias” si no da pasos firmes hacia el fin de la guerra en Ucrania. Este aviso fue divulgado justo antes de una reunión que marcará el primer encuentro presencial entre ambos desde 2019.
Trump adelantó que, de prosperar la primera reunión y si hay un compromiso claro para parar el conflicto, organizará de inmediato una cumbre trilateral que incluya también al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. El objetivo: avanzar hacia una paz negociada que tenga en cuenta los intereses y la soberanía de Ucrania.
La reacción desde Europa fue rápida. El canciller alemán, Friedrich Merz, junto a líderes como Emmanuel Macron y el secretario general de la OTAN, enfatizaron que cualquier negociación debe reconocer la soberanía ucraniana y no admitir concesiones territoriales sin su consentimiento. Zelenski, por su parte, insistió en que Ucrania debe estar presente en las conversaciones desde el principio para garantizar resultados duraderos.
Trump reconoció que tiene dudas sobre si podrá convencer a Putin de detener los bombardeos a la población civil. Aunque manifestó optimismo, reiteró que, de no obtener resultados, el encuentro podría no continuar.
Es una apuesta diplomática de alto riesgo. Trump busca presentarse como el artífice de una solución, pero el peligro es que se convierta en una negociación de grandes potencias en la que Ucrania solo sea un espectador. Zelenski lo sabe y lo ha advertido públicamente: “No seremos una carta en la mesa de grandes naciones”, afirmó en una entrevista reciente.
La cumbre de Alaska podría marcar un punto de inflexión. Si fracasa, dejará en evidencia la falta de unidad occidental frente a Rusia. Si avanza, dependerá de que se traduzca en propuestas reales y garantías viables para garantizar la paz y la soberanía de Ucrania.





