Recordar el ayer

Ayer hablaba con un amigo sobre Jorge Manrique y las Coplas a la muerte de su padre, Rodrigo Manrique. Cualquier tiempo pasado fue mejor, decía el poeta. Y es cierto, no se trata de una percepción. La felicidad va de más a menos. Siempre, es una realidad incuestionable. Quizá sólo sea el hecho de que la juventud es mejor que la vejez y que la juventud es el tiempo pasado y la vejez es el tiempo actual. Con estos calores, a uno le entra la vena filosófica barata, con el balcón abierto, la vecina husmeando de lejos y el extranjero borracho dando voces en la calle. Es la vida y la muerte. La vida vivida, esto es muy de García Márquez, es la historia. Porque en realidad la historia no es lo que ocurrió sino cómo nos la han contado, según el inimitable Gabo, al que empecé a leer en el año 70. Lo primero que leí suyo no fue Cien años de soledad sino el Relato de un náufrago y La hojarasca. He escrito en mis Memorias ligeras que, una vez, en el barrio de San Telmo de Buenos Aires, me ofrecieron un manuscrito de Gabo, corregido por él de su puño y letra (no recuerdo de qué relato) por una cantidad asumible, pero era mi último día, había vaciado el bolsillo de dólares y no me admitían en la librería el pago con tarjeta por esa cantidad. Me lo perdí, hubiera acabado en el museo de Austin, avalado el manuscrito por mi amigo Álvaro Santana Acuña, especialista en García Márquez y comisario que fue de la exposición con su legado. A Álvaro le regalé una máquina de escribir portátil que quien me la vendió asegura que usó Hemingway durante la guerra civil española. Bueno, pues hablaba del pasado, que siempre fue mejor, y del presente, que es malo sobre todo por los cabreos que cojo con los que mandan. Y ahora el pusilánime de Rajoy anda diciendo poco menos que Montoro ha sido el mejor ministro de Hacienda, o de Economía, de la democracia. Montoro es un pájaro de mucho cuidado, que nos arruinó, nos tupió a impuestos mientras él y su familia se enriquecían. Menudo tipejo. Mira, Rajoy, dedícate a lo tuyo, que estás gagá y que hiciste el ridículo disfrazado de triunfo económico para que no vinieran los hombres de negro. Mierda de historia, yo los hubiera preferido al Montoro de los cojones.