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China y Rusia han iniciado esta semana una nueva edición de sus ejercicios navales conjuntos en el mar de Japón, una operación que, aunque presentada como una maniobra rutinaria, refuerza la creciente cooperación militar entre ambos países en un contexto internacional marcado por las tensiones geopolíticas con Occidente. Las maniobras, bautizadas como Joint Sea 2025, se desarrollan frente a las costas de Vladivostok, en el Extremo Oriente ruso, y reúnen una potente flota compuesta por buques de guerra, destructores, submarinos diésel-eléctricos, aeronaves de patrulla marítima y unidades de apoyo logístico.
El Ministerio de Defensa chino ha confirmado que esta edición de los ejercicios conjuntos incluye por primera vez la participación de un submarino chino en territorio ruso, una decisión que pone de relieve el creciente nivel de confianza mutua entre Moscú y Pekín. Los ejercicios, que se prolongarán durante varios días, incluyen simulacros de tiro artillero, defensa aérea, guerra antisubmarina y operaciones de búsqueda y rescate. Tanto el buque ruso Almirante Tributs, de la Flota del Pacífico, como los destructores chinos Shaoxing y Urumqi participan activamente en las maniobras.
Las autoridades de ambos países han subrayado el carácter «no dirigido» de estas operaciones, insistiendo en que no tienen como objetivo a ningún tercer país. Sin embargo, el desarrollo de estas maniobras en un momento de renovada tensión en la región Asia-Pacífico ha encendido las alarmas en varias capitales, especialmente en Tokio. El Gobierno japonés ha expresado en los últimos meses su preocupación por el fortalecimiento del eje militar chino-ruso, que considera una amenaza directa para la estabilidad regional. En su último libro blanco de defensa, Japón advirtió sobre el aumento de patrullas conjuntas en sus proximidades marítimas y aéreas, y alertó sobre la falta de transparencia en los movimientos estratégicos de Pekín y Moscú.
La cooperación militar entre China y Rusia se ha intensificado desde 2022, cuando ambos países sellaron una «asociación sin límites» poco antes del inicio de la invasión rusa de Ucrania. Desde entonces, los contactos entre sus respectivas fuerzas armadas se han multiplicado, con intercambios de oficiales, simulacros conjuntos en tierra y mar, y ejercicios aéreos coordinados que recorren amplias zonas del Pacífico y el Ártico. Aunque China no ha suministrado armas directamente a Rusia, sí ha proporcionado apoyo técnico, logístico y político, situándose como un respaldo clave para el Kremlin en el escenario internacional.
Desde Pekín, el portavoz del Ministerio de Defensa, Zhang Xiaogang, ha criticado abiertamente las maniobras militares lideradas por Estados Unidos y sus aliados en el Pacífico, calificándolas de provocación e intimidación regional. Según Zhang, la presencia creciente de fuerzas occidentales en la zona amenaza la paz y la estabilidad, y justifica la necesidad de que China y Rusia fortalezcan su capacidad conjunta de disuasión.
Más allá de los ejercicios concretos, este tipo de maniobras simboliza la consolidación de una alianza operativa que va más allá de lo simbólico. La presencia de submarinos, armamento de última generación y la integración de sistemas de mando y control reflejan un nivel de preparación táctica que no se limita a ejercicios de cara a la galería. La zona elegida, el estratégico mar de Japón, añade una capa de presión sobre Tokio y Seúl, aliados clave de Washington en la región.
El equilibrio militar en el Pacífico vive así una nueva fase de tensión, con bloques claramente definidos y maniobras que, aunque revestidas de legalidad, tienen lecturas estratégicas ineludibles. La creciente sintonía entre Moscú y Pekín, expresada ahora en maniobras navales, marca un nuevo paso en la reconfiguración del tablero global.
