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La peste de las pobres cabras inundó el centro de la ciudad. Yo estaba desayunando en el Dinámico, que ya no se llama Dinámico –error, porque siempre será el Dinámico— y me llegó el tufo, mientras me comía el montadito de serrano y me tomaba el café con leche. Porque ayer me dediqué a dar una vuelta mañanera por el Puerto. Primero fui a Cajasiete, donde me entregaron unos bonitos cubiertos dorados que tenían allí para mí, desde Navidad. Luego fui al Dinámico a desayunar con mi hija y mi yerno. Más tarde me pasé por el muelle y me desahogué en voz alta diciendo que aquello de las cabras era maltrato animal.
Este video demuestra la crueldad del baño de las cabras.
Posteriormente fui a comprarme unas Ray-Ban que tenía apalabradas en Fund Grube, en San Telmo, y regresé a mi casa, exhausto, en medio del olor fétido de las pobres cabritas, obligadas por la fuerza a meterse en el mar, lo que significa maltrato animal, porque los animales se resistían bravamente al sacrificio de bañarse. Ni las cabras ni los cabreros se bañan nunca, es una contradicción en sí misma. Así que el año que viene, porque este año me olvidé, me personaré en el juzgado de guardia con un abogado, que será don Juan Inurria y Nieto, para denunciar, mediante correspondiente escrito documentado, la tortura china a la que son sometidas las pobres cabras, objeto de las iras del puto mago, que las mata para comérselas y las mata de cualquier manera. También, si fuera yo mandarín, prohibiría la carne de cabra, como prohibida está, por razones más que obvias, la carne de mago, que por cierto no se la comería nadie. Así que, en medio del pestazo de las cabras en el mar, en el muelle pesquero, donde incluso había niños bañándose, llegué a mi casa, como he dicho. Muy cabreado.

Hoy estará todo el muelle cagado y yo me alegro del pringue, si afecta a las personas partidarias de esa absurda ceremonia, que los guanches es mentira que practicaran porque los guanches le tenían miedo al mar y ni se acercaban, por mucho que los antropólogos, a quienes les conceden los premios Canarias, lo aseguren. Ustedes me dirán que por qué he permitido las fotos y la noticia del baño de las cabras que hoy publicamos, al margen de esta sección. Yo soy respetuoso con los actos que programa el Ayuntamiento, pero también ocurre que hay ayuntamientos propensos a la marranada que significa cagar todo un recinto donde diariamente se baña la gente. Esto está reñido con la sanidad pública. Allá cada cual con su conciencia. No creo yo que el alcalde, Leopoldo Afonso, que parece muy limpio y aseado, se bañe en el mar en medio de tanta cagada de cabra, ni que lo haga cualquier otro u otra concejal o concejala, por usar el idioma de moda, donde no impera el epiceno. Hombre, con crónicas como esta nunca me darán la Medalla de Oro de la ciudad, como a Pedro Luis Cobiella, pero ya saben que a mí las distinciones no me molan mucho. Cambio de asunto. Resulta que la Lola (Padrón), la peor alcaldesa que ha tenido el Puerto de la Cruz en su historia, porque ha sido la única, me parece (¿o también lo fue Sandra Rodríguez?), ahora diputada del común, después de chupar del bote como parlamentaria y como directora de la oficina del Gobierno en Madrid (sueldazo, chófer, coche, piso, uf) presentó la memoria de la Diputación en el Parlamento de Canarias, ayer. Pero no fue la Memoria de la Diputación, sino la Memoria de la Lola. Sectaria, arrimando el ascua a su sardina socialista, sin agradecer la labor de sus colaboradores, individualista, a veces absurda.

Todo el mundo sabe que la Diputación del Común no sirve para nada, pero, coño, a la hora de presentar un resumen de la no/labor hay que ser un poquito más pulcra, que cobras más de 5.000 euros al mes, Lolita. No sé, me da que Lola cree que está en el Olimpo cuando donde está es en una oficina siniestra que pocos problemas de los ciudadanos resuelve. Que se siente diecisiete horas en Urgencias en el Hospital Universitario y entonces la voy a creer. Creo que una vez fue, en plan inspectora, y la echaron. Ay, Lola, Lolita, Lola. Planchazo. Y termino, me gustaría saber qué significa que en el historial de los pacientes del HUC, por orden de la dirección médica, se ponga un punto, así, con la tecla del ordenata. ¿El punto es una contraseña para los pacientes atendidos, para confundir al Servicio Canario de la Salud o a la Consejería de Sanidad? Yo quiero saber si la consejería tiene todos los datos de lo que está pasando en el HUC, por cierto ahora plagado de médicos cubanos, algunos de los cuales son buenos y otros ponen a los enfermos tratamientos poco usuales y alarmantes. Quiero saber todo esto. Y quiero saber si el gerente, y sobre todo el director médico, que tiene ausencias notables de sus tareas, son los idóneos para manejar el complejo. Yo he dado órdenes a mi familia para que, en lo posible, si enfermo repentinamente no me lleven allí, porque no quiero estar 48 horas en urgencias, con el culo al aire y desprovisto de cualquier mínimo detalle íntimo, meando en un recipiente plástico como el que tengo yo en el coche para cuando me coge una cola en la autopista. Lo compré en la farmacia de Santi y lo llevo siempre, por razones de edad, dignidad y ganas de mear.