

El argumento podía extraerse de una película de Pajares y de Esteso de los años 80, tipo “Los Bingueros”, o algo así, u otra que hicieron de un burdo atraco fallido a un banco. En un desgraciado –para ella— día de octubre de 2016, cinco jubilados, uno de ellos sordo como una tapia y otro con problemas de memoria, entraron en el hotel parisino donde se alojaba la influencer norteamericana Kim Kardashian, la tiraron sobre la cama, tras reducir a un vigilante, la ataron y amordazaron y le robaron joyas por valor de diez millones de dólares. O de euros, qué más da. Entre ellos el anillo que su ex marido, un rapero famoso, le había regalado. Parece que Kim, desde entonces, no duerme bien y tiene problemas serios de salud, se siente perseguida y es incapaz de conciliar el sueño si a su alrededor no aparecen siete u ocho guardaespaldas. O al menos esto es lo que dicen sus íntimos.

El juicio se celebra en la Corte de París, nueve años después de cometido el robo –coño, y nos quejamos de que en España la justicia es lenta–. Los asaltantes fueron atrapados por la policía, uno de ellos falleció de viejo, otro tiene Alzheimer y no puede declarar y diez personas, una mujer entre ellos, se sientan en el banquillo. Expectación sin límites. Kardashian creía que la iban a violar y más cuando la echaron sobre la cama y se le abrió el albornoz: (estaba desnuda, según sus propias palabras); temía una agresión sexual y se preparó para lo peor, mas lo cierto es que no le tocaron ni un pelo. ¿Pero cómo la iban a violar aquellos vejetes, que lo que querían era llevarse la pasta, tras la venta de las joyas a unos peristas? Lo cierto es que los atracadores huyeron del lugar en bicicleta, antes de que llegara la policía. No se ha dicho nada, o al menos yo no lo he podido saber, de cuánto se embolsaron los delincuentes, producto del botín o si la policía los pilló antes. Pero el producto del robo se valoró en esos diez millones. La actriz e influencer tiene hoy 44 años, en octubre de 2016 tenía, por tanto, nueve menos. Cuatro hijos, millones de seguidores en las redes y entre las joyas robadas estaba el anillo de cuatro millones de dólares (otros dicen que tres y medio, vaya usted a saber si al final resultaría ser falso) que le había regalado su entonces marido, el rapero Kanye West.

La influencer, emocionada; los 500 periodistas que inundaban hoy la Sala Voltaire de la Corte de París, ansiosos por una exclusiva; los abogados, luciéndose; los acusados, meándose –algunos tienen problemas de próstata, dada su edad–, ansiosos por salir de la sala para cambiar el agua al pájaro. El tribunal, serio pero por dentro supongo que no, y una sentencia que será condenatoria, seguro, y que se hará pública el próximo día 23, en la que se esperan atenuantes como el arrepentimiento, aunque un poco tarde, por lo que parece, y el tiempo transcurrido desde el atraco –eso de las dilaciones indebidas–. Pasan por el estrado inspectores de policía, peritos, empleados del hotel (que hasta ha cambiado de nombre), la Kardashian y sus guardaespaldas, además de otras personas, citadas como testigos. Ha sido el robo personal más importante de los últimos 20 años en Francia, algunos de los presuntos autores se han disculpado con ella. Repito que no la agredieron sexualmente, pero sí la asustaron mucho. Ella dice que pensó que iba a morir, porque algunos de los asaltantes portaban armas, por cierto sin licencia, por lo que también han sido empapelados. Kim Kardashian está ahora intentando entrar en un colegio de abogados de su país. En USA no hace falta estudiar Derecho para ser abogado (ver la serie Suits, en Netflix), si eres capaz de superar dos exámenes, el segundo bastante duro, en el que demuestras tu competencia. El primero lo ha superado ya, a la cuarta vez que se presentaba. Quiere dedicarse a la abogacía la Kardashian, traumatizada y al mismo tiempo animada por la acción de los viejitos, que le produjo un susto de muerte. Hombre, no es para menos: le pusieron una pistola en la cabeza para que abriera la caja fuerte y les dijera dónde estaban las joyas. Ella cantó por soleares, como no podía ser menos. La Corte de París es un murmullo, como diría Rubén el Mono, paz descanse. Y la Kardashian dice que perdona, pero no olvida. No se sabe bien si las joyas han sido recuperadas o no, o al menos nadie informa de nada de eso, pero la policía trancó a los viejos, que era gente con antecedentes, pero en calamitoso estado de salud. Se descuidaron y dejaron rastros de ADN en el escenario de los hechos, la suite principal del mencionado hotel, en pleno centro de París. En fin, que todo el mundo está pendiente del juicio, no digamos las cadenas de televisión de los Estados Unidos, tan noveleras ellas. Más, incluso, que del viaje de Donald Trump y Elon Musk a Arabia Saudita, a vender armas a los árabes. Y es que hay un refrán que dice que tiran más dos tetas que diez tanquetas. En todos lados cuece un Sálvame.





