Hoy va de jueces la cosa. Supongo que también de algo más, porque desde que empiezo hasta que termino esta crónica social se puede acabar el mundo. Esta mañana juraron sus cargos (o prometieron, no sé) los presidentes de dos salas del TSJC y la presidenta de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife.
Los de las salas han sido Pedro Hernández Cordobés, presidente de la de lo Contencioso, que creo que repite en el cargo por decisión del CGPJ; y Eduardo Ramos Real, presidente de la Sala de lo Social. También juró (o prometió) su cargo Mónica Yzaguirre como presidenta de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Yo creo que es la primera mujer que la preside, aunque la verdad no estoy muy seguro. Me han hablado bien de todos ellos, de su competencia y de su capacidad. Pues me alegro. Desde luego, este país estaría todavía más en el suelo si no fuera por su Administración de Justicia y por la Prensa que todavía no ha sido comprada (porque hay mucha Prensa comprada, como es público y notorio, algo que ocurre en todos los países, sean democráticos o no).
En este merecido panegírico de la Justicia, lamentablemente, no puedo incluir al Tribunal Constitucional, que da pena, al menos esa mayoría que se titula progresista, porque los otros, los miembros llamados conservadores, al no tener mayoría, pintan poco. Mi colega Antonio F. de la Gándara, viejo amigo, me envía las fotos del acto, aquí reproducidas, como jefe de la Oficina de Prensa del TSJC que es. Y que, por cierto, ofrece una excelente información cada día a los profesionales de todos los medios. Además, tiene con él a unos colaboradores muy buenos. Es un departamento –el de Prensa— que funciona muy bien en el TSJC.
Y por eso lo debo decir y lo digo. Los tres magistrados que juraron hoy pasan directamente a formar parte de la Sala de Gobierno del TSJC, cubriendo vacantes prolongadas. Bueno, me voy a Roma. En muchas publicaciones suena otro papable, el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado cesante del Vaticano, tras la muerte de Francisco. Si es papable, no sale. No tiene ningún protagonismo en el ceremonial fúnebre sino que lo tienen el cardenal camarlengo y el cardenal decano. Luego está el otro, el que dice desde el balcón eso de “Habemus papa” y añade el nombre del eminentísimo y excelentísimo (nombre) cardenal (apellido) de la Santa Iglesia Católica. Es emocionante. En Roma está casi todo el mundo, hasta los que no tenían que estar, pero, bueno, este es un mundo lleno de curiosos. Yo pago por no ir. Un día de la Inmaculada estaba yo en la plaza de España, llegó el papa –no me acuerdo cuál tocaba—, junto a la estatua de la Inmaculada, al lado de la Embajada de España ante la Santa Sede, y la multitud nos llevó a mi hija y a mí, en volandas, hasta nuestro hotel, que estaba en la Via Veneto. Yo cogí a María Eugenia de la mano y le dije: “No te sueltes”. Una exageración. Y yo que pago por no ver al papa.
Bueno, ayer presentó su libro “Conciencia Colectiva III” en Lanzarote, Antonio Alarcó, que no estará en Roma por este motivo (ya le podían haber retrasado el funeral de Francisco). Se lo presentó el catedrático de Constitucional y exeurodiputado eterno Manolo Medina. Me dicen que fue un acto entretenido y que aquello se llenó. Antonio está con un catarro de campeonato y, por si acaso, María Ángeles, su mujer, que también es médico, lo fue a cuidar la noche que se quedó en Arrecife. Estuvo muy animado aquello y creo que luego se tomaron unos canapés, aunque no creo que muchos porque conociendo al personal, no es tampoco de mucha dádiva. Anoche hablé con el profesor Alarcó y estaba muy contento con la presentación del tercer libro –y espero que el último– de la trilogía, aunque el profesor sigue publicando como un loco, semanalmente, en el periódico “La Razón”, cuyo director, Paco Marhuenda, le escribió un prólogo espléndido, con un epílogo no menos brillante de Juan-Manuel García Ramos.
Menos mal que a mí no me tocó hacer nada esta vez. Bien, y esto es todo por hoy, que ya está bien de coñas y que es sábado (mañana) y que hay que descansar. Íbamos a ir a comer Juan-Manuel, Carlos Díaz-Bertrana y yo este mediodía del sábado, pero Juan-Manuel me dijo lo mismo que solía largar el ínclito Domingo de Laguna: que él no cena de noche. ¿Y cuándo va a cenar, de día? Yo creo que la muerte del papa nos ha trastornado a todos. Ojalá venga Pedro Romano y nos lleve por delante. O el anticristo mismo. A mí me da lo mismo de quién conduzca el carro mortuorio.
